Uncastillo, municipio de la comarca de las Cinco Villas y villa monumental de Aragón, fue el punto de partida de esta excursión que, por desconocida, merece la pena dedicarle un buen pateo. La ruta propuesta puede —y debe— combinarse con un paseo por las calles repletas de historia de Uncastillo.
Este rincón de Aragón es, precisamente, donde el románico brilla con luz propia, pero sería preciso no olvidar callejear por la extraordinaria judería uncastillera, visitar el castillo y el palacio de Pedro IV o subir hasta la austera iglesia de San Juan para disfrutar de una excelente panorámica de la villa desde la otra margen del río Cadenas.

Elegimos el sendero PR-Z 115, conocido como la «ruta de las fuentes de Uncastillo», en un día en que el sol decidió azotar de lo lindo con su látigo. El recorrido no tiene dificultad alguna y, técnicamente, se inicia al abandonar el casco urbano, justamente donde confluyen el lavadero, el frontón y las escuelas. Pronto, descendimos hasta el cauce del río Cadenas que venía vivaracho y con más caudal del que esperábamos. La senda discurría encajonada entre el murmullo de las aguas frescas del Cadenas y su vegetación de ribera hasta llegar al principio de la ruta circular, esto es, la fuente de las Vivas, un rincón fresco y umbrío que ve cómo se funden las aguas de dos barrancos: el de los Chiles y el de Anas. Nosotros decidimos empezar a realizar la ruta circular por el barranco de los Chiles y no por el de Anas, lo que supuso ciertos momentos de confusión, ya que el sendero está configurado para completarlo en el sentido contrario al que tomamos. No obstante, hay muchísimas marcas de PR que ayudan a no transitar por caminos equivocados.

El sendero que recorre el barranco de los Chiles lo hace a no mucha distancia de la carretera que conduce a Sos del Rey Católico, y entre campos de labor y pequeños prados cercados para el reposo y pastoreo del ganado. Después de pasar junto a la fuente del Avenar, oculta por la maleza pero con un incansable goteo de agua, remontamos el barranco hasta llegar a la fuente de los Restaños, que encontramos totalmente arrasada. Nada quedaba de la chopera que había visto en vídeos y fotografías, y que hacía de este enclave un lugar agradable para solazarse y disfrutar de una buena sombra. Por lo visto, la fuente forma parte de una propiedad privada, por lo que el dueño tiene plena potestad sobre el terreno en el que se asienta. El problema con el que nos encontramos en este punto fue que una ingente cantidad de troncos y ramas ocultaba el sendero y obstruía el paso de los senderistas. No tuvimos más remedio que improvisar para poder dar con las preciadas marcas blancas y amarillas.

Tras superar la fuente de los Restaños, afrontamos un repecho exigente escoltados por la sombra benevolente de un pinar de repoblación. Así fue como llegamos al Refugio de la Güensa, una antigua corraliza que se ubica en la parte más alta del recorrido, a unos 760 msnm. El camino de vuelta lo emprendimos, en primera instancia, a la vera del barranco del Arenal que discurría prácticamente seco junto a una pista forestal. Al poco de descender desde la Güensa, abandonamos esta pista para cruzar la pequeña torrentera del Arenal y nos introdujimos en un pinar de embriagador perfume primaveral. Si bien la primera parte del recorrido discurre por un entorno más humanizado, el camino de vuelta que escogimos transcurre por una senda cuyo silencio la hace deliciosa. Pero la vista también queda complacida en este tramo al poder contemplar la miríada de bancales que muestran la floración del almendro en todo su esplendor.

Tras alcanzar un pequeño colladillo cuajado de plantas aromáticas, descendimos en rápida pendiente —incluido algún tramo muy sencillo dotado de grapas y pasamanos— hacia el embalse de Anas, una reciente obra de ingeniería hidráulica que remansa las aguas del barranco de Anas. Este presentaba un aspecto extraordinario, pletórico de agua, fruto de un invierno generoso en precipitaciones en las Altas Cinco Villas. El sendero continúa por la base de la presa entre antiguos campos de labor dirigiéndose, sin pérdida, hacia la villa de Uncastillo, pero antes debemos cruzar el barranco de Anas para llegar a la fuente de las Vivas. En nuestro caso, el vadeo incluyó un refrescante baño de pies, debido a que las aguas en el tramo de cruce venían tan envalentonadas que no valía la pena hacer malabarismos en unas cuantas rocas enmohecidas.

En menos de 10 minutos estábamos, de nuevo, en el casco urbano de Uncastillo después de completar una ruta agradable, apta para todos los públicos y que nos muestra el paisaje rural de una villa histórica de Aragón. El PR-Z 115 puede complementarse perfectamente con una visita cultural a Uncastillo. Poco más se puede pedir a una jornada en este enclave aragonés, pues a la tradicional ruta cultural, es posible añadirle un interesante recorrido que permite conocer los usos agrícolas y el patrimonio hídrico de esta población.
