Nos desplazamos este fin de semana a Agüero, localidad situada en el confín oeste de la comarca de la Hoya de Huesca y rayana a la de Cinco Villas. Agüero no goza de la notoriedad de Riglos y de sus colosales mallos, quizá porque tienen una altitud más discreta, quizá por su relativo aislamiento.
Se trata de un municipio extremadamente pintoresco, emplazado bajo unos mallos que, por su disposición, parece querer abrazar. Pudiera parecernos una imagen similar a la de Riglos, pero no es así, dado que Agüero es un municipio de mayor extensión y los mallos situados en retaguardia son de menor altura y dispuestos de un modo más homogéneo. Este pueblo de 150 habitantes según último INE (2013) y situado prácticamente a 700 msnm es un compendio de virtudes naturales, patrimoniales e históricas que bien pudimos descubrir en una sola jornada.

Por la hora avanzada en que iniciamos la ruta, decidimos realizar un recorrido asequible y que nos permitiera estar en Zaragoza a una hora prudente del domingo. La caminata elegida fue la ruta circular a los Mallos de Agüero, un sendero corto, sin ninguna dificultad técnica y que permite enlazar con otras rutas de mayor entidad, si hay piernas y tiempo suficientes para completarlas. La ruta circular a los Mallos de Agüero la iniciamos a la entrada del pueblo, cerca del cementerio, donde hay un panel informativo y unas paletas que indican el inicio de un sendero. Desde ahí subimos en muy moderada pendiente por el barranco de la Fuente del Piojo, completamente seco, hasta alcanzar el collado de Pedro.
En este punto del camino, existe la posibilidad de tomar el camino hacia Carcavilla en dirección norte-este. Nosotros giramos en dirección oeste por una pista de tierra en bastante mal estado por las últimas lluvias caídas en Aragón. En fuerte pendiente descendente llegamos a los restos de una antigua tejería árabe, que solo conserva parte del esqueleto de lo que parece ser un horno moruno, vestigios que nos hablan de los modos de vida en plena marca superior de Al-Ándalus. En este punto del sendero es posible continuar hacia la pequeña aldea de Villalangua, a través de la Foz de Pituelo, donde se pueden contemplar las caprichosas formaciones geológicas de esta sierra.

El camino de descenso en dirección sur hasta Agüero se realiza encaramado sobre el cortado que forma el barranco de la Rabosera, por cuya base discurría una cantidad apreciable de agua, teñida de ese color verdoso tan típico de las corrientes hídricas de esta zona. Al girar nuestra vista hacia la izquierda, también pudimos recrearnos la vista con la verticalidad espectacular de la Peña Sola, un mallo independiente que apenas se distancia de lo que los lugareños denominan el Macizo de Agüero. Desde la base de la Peña Sola y si miramos en dirección norte, es posible identificar una inmensa popa velera de naturaleza pétrea por la forma que adquiere esta vertiente de los mallos.


En poco menos de 5 minutos habremos llegado de nuevo al pueblo de Agüero, al que recomiendo visitar tranquilamente y fotografiar alguno de sus encantadores rincones. No dejéis de contemplar la bellísima portada románica de la iglesia parroquial del Salvador y las vistas excepcionales de los mallos que se disfrutan desde su arcada.

Por cierto, no os marchéis sin visitar la excepcional e inconclusa iglesia de Santiago, declarada Monumento Nacional y situada en un cerro muy cercano a la localidad de Agüero. Es una de las muestras más puras del románico altoaragonés, con elementos que anticipan cierta transición hacia otros estilos arquitectónicos más avanzados. Muy destacable también la enorme cantidad de marcas de cantero que se conservan excepcionalmente bien talladas en la piedra —algunas de ellas son auténticas rarezas, como la figura de una llave de la época—, y que revelan la envergadura de este proyecto religioso y el gran contingente humano que participó en su construcción. Si te apetece saber más sobre este misterioso y evocador templo, recomiendo leer la descripción que hace de él Antonio García en su página web, el portal de cabecera del románico aragonés.

Por último, pudimos contemplar algo que, de forma fortuita, se convirtió en la imagen más destacable de esta ruta: la presencia de buitres leonados a menos de 5 metros de distancia de nosotros. Esta estampa fue posible gracias a que tuvimos la suerte de coincidir en el espacio y en el tiempo con la provisión de alimento en un muladar cercano al municipio de Agüero. Fue muy emocionante ver a decenas de buitres descender en círculos para luego tomar tierra emitiendo un sonido atronador con su enorme corpachón y gigantescas alas. Hay pocos animales que logren transmitir tan claramente sensaciones tales como fuerza, vigor y dominio absoluto del vacío.

Ya sabíamos que la Hoya de Huesca era un lugar excepcional para el caminante, pero lo que no sabíamos es que Agüero reunía tantos atractivos para plantear una nueva ruta y así recorrer la atractiva red de senderos que nacen o mueren en esta misma localidad. Volveremos con muchas ganas de patear sus caminos y con los ojos bien abiertos para dejarnos sorprender por esta tierra fascinante.