Huesca

Tena, paraíso cercano

Los Pirineos dan mucho de sí y visitar el Valle de Tena, en la comarca del Alto Gállego, es una oportunidad única para exprimir al máximo uno de los corredores más accesibles de toda la cordillera. Y si es en primavera, cuando la flora estalla en mil colores, mucho mejor.

En principio, íbamos a enseñar a unos amigos este trocito del Pirineo, pero por causas de fuerza mayor tuvieron que faltar a su cita con las cumbres aragonesas (los Pirineos no se van a marchar, así que, ¡hasta la próxima!). Decidimos escoger como «campamento base» de nuestro recorrido la localidad de Piedrafita de Jaca, un humilde y bello caserío que se halla en las faldas de la majestuosa Sierra de la Partacua.

Catedrales de piedra se alzan en la Partacua
Catedrales de piedra se alzan en la Partacua

Justo enfrente, desde el maravilloso balcón natural que conforma esta pequeña población tensina, es posible admirar el Macizo de los Infiernos, Argualas o Tendeñera, montañas imponentes que aún acumulaban grandes espesores de nieve en las cotas más elevadas. A pesar de la ausencia de nuestros invitados, decidimos seguir con el plan previsto y subir hasta el ibón de Piedrafita, uno de los lagos glaciares más accesibles de todo el Pirineo oscense. La subida siempre es muy tendida y, además, se puede realizar a través de una cómoda pista que parte desde el aparcamiento del Parque Faunístico de Lacuniacha.

Subida cómoda y sencilla enmarcada en un paisaje de ensueño
Subida cómoda y sencilla enmarcada en un paisaje de ensueño

Pero ir al Pirineo y caminar por una pista forestal no entraba en nuestros planes, así que decidimos realizar el último tramo de subida por el Barranco del Boj, un cauce que remonta los últimos metros de la ruta y por donde desagua el caudal principal del ibón. Tuvimos la suerte de encontrar el sendero colmado de orquídeas y otras flores endémicas de los Pirineos, típicas de climas subalpinos. La primavera, casi siempre generosa por estos lares, nos regaló algunas fotografías de postal y nos permitió descubrir la cara más amable de estas montañas.

Ibón de Piedrafita con la Corona del Mallo como telón de fondo
Ibón de Piedrafita con la Corona del Mallo como telón de fondo

Cuando llegamos al territorio dominado por las aguas gélidas del ibón de Piedrafita, a unos 1600 msnm, pudimos contemplar las magníficas paredes calcáreas de la Sierra de la Partacua, dominadas por la altiva presencia de la Corona del Mallo, la Peña Parda y la Peña Telera, que se yergue, esta última, hasta los 2762 msnm. Es la segunda cima más elevada de esta sierra, siempre por detrás de la Peña Retona (2775 msnm), pero adquiere un papel protagonista por ser una de las cimas más frecuentadas de los Pirineos. Su cima todavía albergaba un buen colchón de nieve, perfectamente visible desde la base de la montaña.

Androsace villosa, planta típica de pastizales de montaña
Androsace villosa, planta típica de pastizales de alta montaña

Un almuerzo a la orilla de este ibón, recostado en los verdes prados alpinos que lo circundan, puede convertirse en un placer de lo más gratificante. Pero como todavía quedaba mucho día y queríamos tomar altura para contemplar el ibón unos metros más arriba, decidimos remontar una canal de derrubios colindante a la de Cachivirizas, vía de ascensión normal a Peña Telera. Dejamos de ascender a unos 1800 msnm, cuando un nevero de considerables dimensiones nos cortó el paso. Antes, algunos niños habían corrido despreocupados por la compacta superficie de este nevero inclinado, sin saber que un resbalón o un mal paso podría haberlos escupido hacia la misma base del canchal pedregoso, situada unos cuantos metros más abajo. No pasó nada, por suerte, pero el sentido común de los padres quizá estaba en las mismas nubes que empezaban a llegar desde la frontera francesa.

Magníficas vistas de los macizos de Panticosa
Magníficas vistas desde la base de Telera de los macizos de Panticosa

Una vez decidimos detenernos, pudimos contemplar la maravillosa panorámica que se abría ante nuestros ojos: los macizos del Pirineo axial tensino se abrían paso de una forma cada vez más evidente, e incluso el Balaitús asomaba tímidamente su majestuosa cresta. Al poco, la caída de unas cuantas piedras en la canal de derrubios que habíamos remontado, me hizo pensar, casi al instante, que uno de los habitantes más singulares del Pirineo estaba dándose un garbeo por encima de nuestras cabezas: una pareja de sarrios, efectivamente, correteaba con total tranquilidad por un cortado, como si se tratara de una pareja de corredores en pleno Parque Grande de Zaragoza.

Caprichosos destellos de luz en la superficie del ibón al atardecer
Caprichosos destellos de luz en la superficie del ibón al atardecer

Los últimos rayos ocres del atardecer iluminaron nuestro descenso a Piedrafita de Jaca, en lo fue una jornada inolvidable por el piedemonte de la impresionante Sierra de la Partacua. Recalco, una vez más, que este ibón tiene una aproximación muy sencilla, por lo que es ideal para gente poco acostumbrada a las caminatas por la montaña o para aquellas familias que deseen pasar el día bajo las cumbres de la Partacua. Hay muchas rutas senderistas en este enclave, por lo que la subida al ibón se puede combinar con la visita al Arco natural de Piedrafita y un paseo por el bosque de Betato, un hayedo cuya visita tenemos marcada en rojo en nuestra agenda montañera.

Barranco del Boj y murallones de la Partacua detrás
Barranco del Boj y murallones de la Partacua detrás

Al día siguiente, decidimos madrugar para aprovechar al máximo el día y no mezclarnos con la caravana de coches que regresa atropelladamente a Zaragoza los domingos por la tarde. Nuestro destino fue Sallent de Gállego, una de las últimas poblaciones españolas antes de cruzar la frontera francesa situada en el Portalet, y que une el valle oscense de Tena con el francés de Ossau. A pocos kilómetros de esta población, nace el río Gállego que, 193 kilómetros después, vierte sus aguas al Ebro en Zaragoza. Sallent, siempre dominada por la omnipresente figura de la Peña Foratata, es un pueblo de montaña vivo, atractivo, que ofrece un buen puñado de servicios al viajero y algunas rutas senderistas de mayor o menor dificultad.

Paseo por el Río Aguas Limpias de Sallent
Paseo por el Río Aguas Limpias de Sallent

Una vez recorridas sus calles, decidimos terminar nuestro fin de semana pirenaico visitando el paraje de «El Salto», la cascada que dio nombre a la población de Sallent. Dependiendo del estado físico del caminante, este sendero por las inmediaciones del núcleo urbano nos llevará unos 30-40 minutos, no más. El camino nos hace remontar el cauce del río Aguas Limpias y cruza algunos barrancos que desaguan en él (el de Pondiellos, por ejemplo, tenía más caudal que el propio Aguas Limpias) hasta llegar al salto de agua cuyo estruendo podía ser escuchado, en otros tiempos, por los propios sallentinos, cuando todavía este curso fluvial no estaba regulado por el embalse de la Sarra. Justo ahí terminó nuestro recorrido por el Valle de Tena, uno de los más célebres de todo el Pirineo, con toda probabilidad el más visitado, pero no por ello menos interesante. La cordillera pirenaica tiene muchas y muy variadas opciones para patearla, pero este valle es una apuesta más que segura.

El Salto, aproximadamente a 1,5 km de Sallent
El Salto, aproximadamente a 1,5 km de Sallent

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