El Sobrepuerto es un territorio olvidado que nadie olvida. Paradojas de nuestra existencia. El magnetismo de esta tierra, ubicada en la depresión intrapirenaica entre las Sierras Interiores al norte y las Sierras Exteriores o Prepirineo al sur, atrapa al caminante de un modo sencillo y natural.
Cualquier día es ideal para seguir descubriendo ese rincón oscense que representa fielmente el abandono de los estoicos modos de vida en la montaña por la comodidad y los anhelos de una vida mejor en los valles.
De esta pequeña comarca se ha escrito, dicho y contado prácticamente todo, por lo que un servidor solamente se limitará a describir la fascinación que le han causado sus paisajes. La excursión —y primera incursión— en el Sobrepuerto era una caminata largamente añorada que, por unas cosas o por otras, habíamos pospuesto.
Sin embargo, el último fin de semana de otoño decidimos marchar hasta el aparcamiento situado al final del túnel de Cotefablo con la intención de visitar el pueblo más alto de Sobrepuerto, o sea, Otal, un despoblado situado a 1465 msnm, rodeado de cumbres de más de 2000 metros de altitud como los picos Erata y Pelopín, con su Iglesia de San Miguel de estilo serrablés, edificada en el siglo XI, restaurada recientemente.

Con todos estos ingredientes, iniciamos el ascenso por el PR-HU 117 entre ejemplares adultos de robles, pinos negros, bojes, rosales silvestres, erizones y algún que otro cedro y abeto. Al poco rato y después de una serie de lazadas, llegamos al Collado de Cotefablo desde donde pudimos contemplar un maravilloso aperitivo de lo que íbamos a poder disfrutar a mayor altitud. Por otra parte, se podía apreciar claramente el escaso manto de nieve que cubría las vertientes sur de las principales cumbres pirenaicas, cuya cota calculo que se situaba a unos 2300 metros, fruto de un otoño anormalmente cálido y seco. Este altozano sirve de divisoria entre la Val de Gavín (Alto Gállego) que recoge las aguas del río Sía, afluente del Gállego y el Valle de Linás (Sobrarbe) que es regado por las aguas del río Sorrosal, afluente del Ara.

Continuamos la subida en dirección a la Peña Ronata (1934 msnm), pero perdimos su traza y continuamos por una pista de reciente apertura. Nos sorprendió no solo la abundancia de peligrosas placas de hielo, sino la cantidad de deslizamientos de tierra que se habían producido. No entro en el hecho de que Otal merezca el acceso digno que nunca ha tenido, pero trazar una pista en una montaña compuesta de materiales sedimentarios típicos del flysch, fácilmente erosionables, unido a unos desniveles muy notables donde las canales de derrubios y los corrimientos de tierra son frecuentes es, sin duda, una decisión lamentable.

El caso es que perdimos la trocha original del PR-HU 117 y terminamos en el Collado del Pelopín con un kilómetro más del previsto y a una hora que no entraba en nuestros planes por culpa del retraso que habíamos acumulado sorteando las tremendas placas de hielo. Los rayos solares oblicuos de diciembre nos hablaban claramente y nos contaban que bajar hasta Otal a esas horas no era una opción sensata, así que decidimos hacer cima en la cercana cumbre del Pelopín para llevarnos un buen sabor de boca a casa. Y, desde luego, la recompensa fue mayúscula.

La subida hasta la segunda cumbre más elevada del Sobrepuerto después del Manchoya, enclavada en el Macizo de Erata, se realiza campo a través por laderas herbosas y prados que todavía siguen siendo utilizados por los pastores y ganaderos de la zona. Sin duda, hasta ahora ha sido el balcón natural donde mejores vistas hemos obtenido, por delante del Mirador de la Rayuala de Fanlo. Como la memoria visual es uno de los bienes más preciados que tenemos, intentaré mencionar todos los enclaves geográficos y las montañas que, desde los 2007 msnm del Pelopín y con una visión absoluta de 360°, se pueden contemplar: de oeste a este empezaremos por la Sierra de la Partacua, asomando el puntón impresionante de la Corona del Mallo y continuaremos por la inmensa Sierra de Tendeñera con Sabocos, Tendeñera y Otal en posición dominante y Toronzué más abajo marcando el inicio de las primeras nieves; a continuación, las altas cumbres de Ordesa con una sucesión de picos y enclaves que son leyenda de los Pirineos: Gabietos, Mondarruego, Taillón, Bazillac, Brecha de Rolando, Casco, Torre, Pico y Cilindro de Marboré, el dueño y señor Monte Perdido y el Pico Añisco descendiendo hasta la Punta de las Olas.

También se puede apreciar a simple vista la línea que traza la Faja de las Flores en la muralla superior del Pico Gallinero. Más al este se observa sin esfuerzo las cumbres del Valle de Bielsa, el Macizo de Cotiella, Sestrales y la Peña Montañesa que exhibe un curioso perfil bicéfalo. Si seguimos girando hacia el sur es posible distinguir toda la Sierra de Guara, Canciás y Monte Oroel. La sorpresa del día fue toparnos con el viejo Moncayo que, como un navío varado entre la niebla, lucía su cresta encanecida por las nieves. En una perspectiva mucho más cercana se contemplan, ya en el fondo del valle, los pueblos sobrarbrenses de Linás de Broto y Viu de Linás, ambos habitados, y el de Yosa de Broto, un deshabitado que, desde la cumbre, parecía presentar un aspecto desolador.

Desde el Pelopín surgen dos cordales que se asemejan a las lomas redondeadas y expuestas a todos los vientos del Moncayo: uno hacia la cumbre del Erata (2003 msnm) pasando por la Peña Ronata y otro hacia el Manchoya (2033 msnm) pasando por el Tozal de Matils. Por supuesto, en el fondo de este pequeño circo rodeado de montañas serrablesas, se halla el caserío de Otal, al que visitaremos en otra ocasión, y cuya Iglesia de San Miguel lucía la nueva cubierta que ha sido instalada este otoño. Las huellas de vida humana reciente se hacen evidentes con la presencia del intrincado sistema de terrazas agrícolas que se divisa desde las alturas.

Un quinteto de machos de la raza caprina Pirenaica que pastaban solitarios en la cumbre del Pelopín fueron nuestros únicos acompañantes hasta ese momento. El resumen de la jornada se resume en una sola palabra: sobrecogedor; sobrecogen las panorámicas monumentales hacia cualquier punto cardinal, las ruinas de un estilo de vida montañesa que murió en el siglo XX, el silencio abismal que se experimenta en estos territorios. No llegamos a Otal, pero la cumbre del Pelopín nos brindó una experiencia montañera formidable. En estos tiempos donde nos hemos acostumbrado a caminar con malas compañías como las prisas, los ruidos y las inquietudes, es extraordinario redescubrir que, aún hoy, hay lugares en el mundo donde es posible escuchar y sentir con total claridad los potentes latidos del corazón y el murmullo acompasado de la respiración.
Ruta extraída de Paseos y excursiones por Sobrepuerto, Ed. Prames.


Hola Rai! Gracias por vincularme en el artículo. Ya ves que son unos parajes tremendos. Y luego la atmósfera tan especial de esos pueblos deshabitados… Me alegro que te gustase la zona. Cordiales saludos!
De nada, Oscar.
Me ha parecido un estupendo compendio de información sobre el Sobrepuerto.
Y sí, los parajes, la flora y la fauna, las panorámicas inmensas, el silencio, el componente emocional de la vida reciente en esos lugares, todo influye para que esta tierra sea un auténtico imán.
Saludos.
Superbes photos c’était vraiment un jour pour profiter de la beauté de cette zone – en espérant vous croiser à nouveau – cordialement – Yves CALIOT
En effet, la lumière et la visibilité de ce jour étaient merveilleuses et les photos témoignent d’une randonnée inoubliable.
À bientôt.