Zaragoza

La Falaguera, en los dominios de la encina y el roble

La Sierra de Algairén (del árabe al-gayrân, las cuevas, o sea, sierra de las cuevas) es esa alineación montañosa, perteneciente al Sistema Ibérico, que aparece súbitamente en la planicie del campo de Cariñena. Como el periodo navideño supuso un constante ajetreo de coche, decidimos ir a conocer esta sierra tan cercana a la capital zaragozana.

Para nosotros fue un auténtico descubrimiento, ya que sus laderas de umbría orientadas al noreste son un auténtico vergel que cobijan espesas arboledas del género Quercus, especialmente de carrascas y robles. No podía ser de otra forma, ya que estas especies arbóreas, junto con su típico sotobosque, crecen a sus anchas en los dominios de la pizarra y la cuarcita de Algairén.

Primeros rayos de la mañana sobre las carrascas
Zona adehesada bajo las primeras luces de la mañana

Una buena forma de patearla es aparcando nuestro vehículo en el área recreativa del Raso de la Cruz, en el término municipal de Cosuenda. Una vez allí, existen tres rutas posibles para alcanzar el amplio cordal de esta sierra, todas ellas encuadradas en el sendero PR-Z 43. Como la ruta por el barranco de Valdecerezo es la más transitada por tratarse del acceso más sencillo hacia el techo de esta sierra (Pico Valdemadera, 1275 msnm), escogimos el sendero por la Peña la Tía, una vía de ascenso mucho menos frecuentada.

Pista herbosa tanto para BTT como senderistas
Pista herbosa tanto para BTT como senderistas

Los primeros pasos por la pista forestal son prácticamente llanos y solo se vieron alterados por el descenso frenético y algo inconsciente de unos ciclistas con sus bicicletas de montaña. Mucha precaución en este punto inicial de la ruta, ya que hay algunos centenares de metros donde ciclistas y senderistas tenemos que compartir el camino. Una vez internados en el bosque, la pista desaparece y se transforma en una senda umbrosa y húmeda, donde los líquenes y musgos crecen a sus anchas, junto con magníficos ejemplares de acebos, helechos y ruscos. Experimentamos una sensación de frío intenso bajo esta techumbre forestal, aunque fue el parapeto ideal para frenar la entrada de vientos del norte que sí soplaban con fuerza en el collado.

El fotogénico rusco o acebo menor
El fotogénico rusco o acebo menor (Ruscus aculeatus)
La pista da paso al húmedo sendero
La pista da paso al húmedo sendero

El rumor casi apagado de las aguas del barranco de los Hortales fue un agradable compañero hasta llegar al lugar marcado en la ruta como el Sitio del Canto, un enorme bloque desprendido de la montaña cubierto de enmarañada hiedra (Hedera helix). Se trata de un lugar encantador, donde el carrascal y la penumbra dan paso a un bosque de espigados robles donde se filtra una mayor cantidad de luz y la temperatura se hace más agradable.

La luz se cuela entre robles desnudos
La luz se cuela entre robles desnudos en el Sitio del Canto

Al margen de la belleza boscosa de este lugar, conviene destacar que la señalética, en este punto, es desacertada y resulta confusa  para el senderista que realiza el ascenso (adjunto foto), pues existe un poste con flecha direccional hacia el mencionado Sitio del Canto donde debería existir un poste rectangular meramente informativo.

En vez de seguir ascendiendo por la senda más transitada que parte hacia la derecha en este antiguo cruce de caminos, hicimos caso a la flecha direccional que, en principio, nos encaminó por un sendero visible, aunque algo difuminado por el tapiz ocre de las hojas del robledal. Nada hacía presagiar que estábamos dirigiendo nuestros pasos hacia un camino intransitable, una auténtica trampa donde la vegetación ha borrado todos los vestigios de las antiguas trochas que jalonaban esta vertiente de la montaña. Algún hito solitario hizo algo más llevadero el ascenso campo a través por este tramo perdido del Camino Tobé, no obstante fue nuestra orientación y nuestra forma física la que permitió que alcanzáramos el cordal de la sierra, eso sí, con la lengua fuera.

Empezamos a vislumbrar nuestro objetivo de la mañana
Empezamos a vislumbrar nuestro objetivo de la mañana: el observatorio forestal en el pico de la Falaguera

Al descender levantamos un mojón de piedras en este punto conflictivo del sendero que esperamos que sirva para evitar rodeos y extravíos varios. Ya a pocos metros de alcanzar el dorsal de la sierra y el deseado Collado de la Falaguera, escuchamos el ruido atronador de un corzo huyendo despavorido montaña abajo, con toda seguridad, desacostumbrado a la presencia humana en esos confines olvidados de la sierra. La gayuba (Arctostaphylos uva-ursi), tan abundante en algunos rincones de la Sierra de Guara, y otras especies bien adaptadas a los suelos ácidos como el brezo, el cantueso, el espliego y otra suerte de plantas aromáticas crecían sin oposición entre las casi imperceptibles manchas de nieve de una reciente nevada.

Por fin en el dorsal de la sierra tras la subida a la antigua usanza
Por fin en el cordal de la sierra tras la subida a la antigua usanza

En el Collado de la Falaguera optamos por subir al mirador homónimo y descartar la subida al Pico Valdemadera, poco atractivo al estar colonizado por antenas y repetidores de dudosa fotogenia. Desde la caseta de vigilancia de incendios «La Nevera» (nombre que toma prestado de la otra denominación para el Pico de la Falaguera: el Alto la Nevera), situada a unos 1200 msnm, se obtienen unas panorámicas excelentes de la increíble extensión de viñedos del Campo de Cariñena con sus variadas tonalidades marrones, las cercanas sierras de la Virgen y Vicor, la formidable atalaya del Moncayo y el valle del río Grío con su población serrana de Tobed y su vertiente de solana desprovista de grandes masas forestales; incluso los lejanos Pirineos son abarcables desde este mirador.

Panorámica hacia el norte desde el cordal de la sierra
Panorámica hacia el norte desde el cordal de la sierra: montaña frente a terrenos profundamente humanizados
Un servidor con los viñedos de Cariñena decorando el fondo
Con los viñedos de Cariñena como telón de fondo

La sensación a la vuelta era la de haber encontrado un territorio sugerente, probablemente desconocido o ignorado por muchos senderistas y con una cantidad importante de caminos por recorrer y disfrutar. Esta antigua sierra de carboneros y nevateros es un auténtico pulmón en el deforestado y uniforme páramo de Cariñena, un reducto original de bosques ibéricos primigenios, mucho antes de que las repoblaciones pinícolas cubrieran casi por completo las superficies forestales de la península. El centro de interpretación de la naturaleza Plantaria, ubicado en Cosuenda, expone en sus instalaciones toda la diversidad vegetal de su cercana montaña. Solo por eso, por su gran singularidad, la Sierra de Algairén merece ser tenida muy en cuenta por nosotros, los senderistas.

Descenso por pista hormigonada desde el Pico de la Falaguera; Pico de Valdemadera con sus antenas al fondo
Descenso por pista hormigonada desde el Pico de la Falaguera; Pico de Valdemadera con sus antenas al fondo

8 comentarios sobre “La Falaguera, en los dominios de la encina y el roble

  1. Muy bonito este lugar y muy desconocido. Hay otra ruta muy bonita que sube desde el Santo de Aguarón hacia Valdemadera, para hacer una ruta circular. Estuve trabajando bastantes años en esta zona y, la verdad, da para mucho! Saludos!

  2. Yo estoy enamorado de esa sierra tan cercana a mi (tengo casa en Tosos Campo de Cariñena, por cierto el entorno de Tosos tembien tiene excursiones sorprendentes) y tan desconocida por muchos años.

    1. Hola, Rubén:
      Pues sí, es una zona prácticamente desconocida, lo que le añade todavía mucho más encanto. Ahora Algairén nos queda un poquito más cerca, así que la visitaremos más a menudo. Da gusto pasear por una montaña tan accesible y a la vez con tantos rincones por descubrir.

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