El Moncayo es una fuente inagotable de posibilidades para el senderista. Varias son las veces que lo hemos pateado y nunca jamás nos ha dejado indiferentes; es más, cuanto más lo conocemos, más lo apreciamos.
Esta montaña, aquejada de ciclotimia perenne, hace de la dualidad de su carácter la mayor de sus virtudes. Con el paso del tiempo, hemos acuñado algunas frases como «ya vuelve a estar tímido el Moncayo» cuando sus habituales nubes de retención cubren la vertiente aragonesa. Así es él, tímido, bello, esquivo a veces, Moncayo siempre.

Conocemos bastante bien la vertiente este aragonesa, la que llena de fotografías las principales guías turísticas de la Comarca de Tarazona y el Moncayo. No obstante, el Moncayo también es soriano y siempre es fascinante saber más de él. Con esta motivación, nos desplazamos al pequeño municipio castellano de Vozmediano, localidad que censa 39 habitantes según el último padrón del INE, aunque llegó a contar con un máximo de 458 almas en 1900.

La presencia del inmenso castillo gótico del siglo XV que tutela desde las alturas el caserío de Vozmediano solo es justificable teniendo en cuenta su condición de villa fronteriza, linde y moneda de cambio entre los antiguos reinos de Castilla y Aragón. La enorme envergadura de esta fortificación militar contrasta con un cada vez más menguado caserío que, desde luego, conoció tiempos mejores, pues contó con dos molinos harineros y cuatro centrales eléctricas que dieron trabajo a muchos vozmedianenses.
En 2013, una señora casi centeneria, licenciada en la Universidad de la Vida, nos contó que durante los fines de semana su querido pueblo se llenaba de andarines y curiosos que, cámara en mano, buscaban el nacedero del río Queiles. Como no podía ser de otra forma, dos años después, sigue sucediendo lo mismo.

Este río, cuya cuenca de abastecimiento ocupa la del Araviana, surge en sentido ascendente como una auténtica explosión de vida. Sus aguas siempre abundantes que, por lógica, deberían saciar la sed de los cultivos situados en la cuenca del Duero, brotan en estampida en Vozmediano para reverdecer los campos de la cuenca del Ebro. El mismo fenómeno se da en el Pirineo axial con el río Ésera: la mayor parte de su caudal de cabecera adopta la nacionalidad francesa por obra y gracia de la sima de Aigualluts, que actúa como canal de derivación de unas aguas que terminan su viaje en el océano Atlántico y no en el mar Mediterráneo. ¿Por qué la naturaleza no iba a tener sus caprichos?
Tras observar el estruendoso nacimiento de este río único, considerado el segundo manantial más caudaloso de Europa, dirigimos nuestros pasos hacia Aldehuela de Ágreda, una pedanía silenciosa de la monumental Ágreda. Para ello, recorrimos una porción muy pequeña del Camino Antonino, que aprovecha parte del trazado que, en su día, proyectó el Imperio Romano para unir, mediante la vía número 27, Asturica Augusta (Astorga, León) con Caesaragusta (Zaragoza). De esos más de 500 km que separan la ciudad leonesa de la capital de Aragón, solo pudimos saborear la historia romana durante 2,7 km hasta llegar a Aldehuela.

El pequeño caserío de Aldehuela, situado a 1057 msnm y que llegó a cobijar hasta 204 habitantes en 1930, ahora es un pequeño oasis de tranquilidad para los jubilados que disfrutan de unos fines de semana en contacto directo con la naturaleza. Aldehuela de Ágreda, como tantos y tantos núcleos rurales, no consiguió fijar a su población, que inició un inexorable declive en los terribles años 60. A efectos administrativos, podríamos decir que se trata de un pueblo prácticamente deshabitado (solo 2 habitantes censados en 2014), pero en absoluto abandonado y aún menos olvidado. Sus calles limpias, sus tres preciosos lavaderos, su remozada iglesia y sus casas rehabilitadas nos hacen entender que el viejo corazón de Aldehuela sigue latiendo.

Después de recorrer su pequeño caserío, iniciamos el PRC-SO 79, ruta circular que recorre la ladera norte del Moncayo, poblada por un encantador hayedo, hasta llegar al barranco de Agramonte o de Castilla, curso de agua que marca la frontera entre Soria y Aragón. El recorrido que se inicia con unas vistas inmensas hacia Peña Negrilla —también conocido como el Moncayo de Castilla—, se sumerge en un fascinante bosque de hayas, esas arboledas de cuento que cubren las regiones de Centroeuropa. El año pasado ya pudimos disfrutar de la magia del hayedo de Peña Roya, situado en la vertiente aragonesa del Moncayo.


Esta vez, el hayedo soriano de Aldehuela lucía desvestido, aunque no con un aspecto invernal, ya que las yemas de los árboles hacían presagiar una más que incipiente floración. De todos modos, un paseo tan evocador por un hayedo como este vale la pena en cualquier época del año. Los hayedos son una síntesis de lo que todo senderista busca bajo su abrigo: claroscuros, sombras, humedad, frescura, arroyuelos… encantamiento. Llegamos a un barranco de Agramonte embravecido por el deshielo, un estallido de vida del que se aprovechan las hayas y los saúcos de sus riberas.

La vuelta al hayedo la completamos por un camino situado ligeramente por encima del que habíamos recorrido hasta llegar al barranco de Agramonte. Tocaba volver a Vozmediano por la misma pista que habíamos tomado a la ida. A nuestro paso por Aldehuela de Ágreda dijimos adiós a las aguas cristalinas del barranco de los Prados y a un asustado cervatillo que no se esperaba el paso de dos seres humanos por esos lares. Después de más de 19 km de ruta, llegamos a Vozmediano con un sabor de boca muy dulce: acabábamos de conocer a fondo un rincón de la cara norte del Moncayo, donde la vieja Castilla se funde con Aragón, donde la montaña sagrada sigue haciendo patria.

Rutas completadas:
Ruta Vozmediano-Aldehuela de Ágreda (incluida dentro de la etapa 4 del Camino Antonino entre Muro de Ágreda y Vozmediano)
Me gustaría muchísimo disfrutar personalmente de esos paisajes tan bonitos, pero mi edad ya no me lo permite.
Me sorprende muy agradablemente tu forma de escribir.