Estoy seguro de que esta ruta se podría ilustrar perfectamente con fotografías y prescindir de las palabras. Sin duda alguna, es una de las rutas imprescindibles no solo de Sobrepuerto, sino de Huesca. En esta ocasión, escogimos la opción más dura para acceder al despoblado de Otal, es decir, desde Yésero.
La otra opción, desde el túnel de Cotefablo, ya la conocimos meses atrás y nos dejó un sabor de boca inmejorable. En esta ocasión, queríamos conocer la ruta menos transitada desde la misma cabecera de la Val de Gavín.

El recorrido se inicia en Yésero, con un caserío perfectamente restaurado que sigue conservando la esencia de los pueblos de montaña pirenaicos. A sus 57 de habitantes, según el último padrón del INE, se les conoce con el nombre de «peceros», en clara alusión a la que fue su principal actividad económica hasta finales del siglo XIX, la elaboración de la pez. El camino continúa por las antaño aprovechadas masas forestales de pinos de esta localidad que, como una inmensa alfombra verde, conforman un decorado natural difícil de igualar.

Entre lazadas y más lazadas, se llega a la Collada de Espierre, un punto clave de la ruta, ya que el bosque comienza a dar paso al prado alpino. Desde este balcón privilegiado, se puede apreciar en toda su extensión la Val Menuta, un vallecillo que encauza las aguas del Barranco d’os Lucars o de Orós, que cobija las diminutas aldeas de Espierre y Barbenuta y cuyos puntos de mayor y menor elevación son, respectivamente, la cumbre de Erata (2003 msnm) y el pueblo de Orós Bajo (868 msnm).


La panorámica desde este collado es indescriptiblemente bella, ya que comienzan a aparecer las grandes montañas del Pirineo y todos los hitos cimeros del Prepirineo casi a vista de pájaro. En lugares como estos, uno se siente diminuto ante el tamaño gigantesco de los horizontes y las crestas que le rodean. La senda herbosa no deja de subir entre las marcas rojiblancas del GR-15 hasta llegar al Cuecho d’Otal, segundo collado del día. La visión de Otal, de sus aterrazamientos milenarios, de la ubicación indómita de la aldea, de la soledad que se respira, todo ello se traduce en un cúmulo de sensaciones difícil de explicar.


Mientras bajábamos, ahora sí, por el camino Patiecho hacia Otal y comenzábamos a observar los primeros muretes de los bancales, reflexionábamos sobre la insólita ubicación de esta aldea perdida del Pirineo, rodeada de cumbres de más de 2000 metros, enclavada a más de 1450 msnm, orientada netamente al sur para recibir el abrazo cálido del sol, pero, aun así, lejos de todo, con un horizonte donde solo se enseñorean altas cumbres, encuadrada en una escena de idílica estampa en nuestros tiempos, pero de monumental dureza para las gentes que habitaron ese lugar.

Como recoge el célebre Diccionario de Pascual Madoz, Otal está situado al SE. de un puerto que le circuye por el S. y O., en clima muy frío por lo mucho que le cargan las nieves, padeciéndose por esta causa dolores reumáticos y resfriados: reinan los vientos del norte. En la misma línea, continúa Madoz glosando las peculiaridades del lugar: el terreno es de mala calidad, muy miserable y estéril, bañándole dos arroyuelos insignificantes que son la madre del río Forcos. Los caminos dirigen al valle de Broto, ribera de Fiscal y a Biescas, todos en malísimo estado.

Pese a todas estas calamidades, este caserío pirenaico, tal y como recoge la Guía de Sobrepuerto, llegó a tener 14 casas, más la vivienda del maestro, sumando un máximo de 93 habitantes en 1857, reducidos a 82 en el censo de 1950 y 48 en 1960, poco antes de iniciarse su despoblamiento. Para mayor abundancia de datos demográficos, la misma guía resalta lo siguiente: Casa Orós fue la última que emigró (1969), aunque dos hermanos de casa o Royo (Pascual y Presen) regresaban en el verano con el ganado hasta el verano del año 2000.

Con todo, el secular aislamiento que ha padecido esta recóndita aldea no le ha impedido conservar una de las joyas del románico serrablés, la iglesia de San Miguel, edificada en el siglo XI, en torno a los años 1060-1070. Para mayor felicidad, su techumbre arruinada en la primavera de 2012 ha sido recientemente restaurada y su interior luce limpio y despejado.

El paseo por el pueblo es obligado. No todo allí es ruina: no solo queda en pie la iglesia mozárabe de Otal, sino también una de sus casas, la insigne casa o Royo, un auténtico rayo de luz para los altos pueblos de Sobrepuerto, un hogar que todavía permite al caminante reposar bajo su protección y ondear esporádicamente alguna bandera de humo, que diría la Ronda de Boltaña.




Reposamos bajo el fragante nogal de la plaza del pueblo con algunos caminantes que venían desde Ainielle y con un grupo de franceses que quedaron impresionados por el lugar. Supongo que La pluie jaune de Julio Llamazares ha descubierto para nuestros vecinos franceses un nuevo destino de montaña, un lugar para soñarlo, descubrirlo y apreciarlo. Tocaba volver y, para ello, había que superar los más de 500 metros de desnivel que existen desde Otal hasta el puerto. Los primeros tramos de subida torturaron bastante nuestras piernas agarrotadas y frías, aunque, finalmente, el cuerpo se acostumbró de nuevo a las exigentes pendientes del puerto.

Una vez arriba, dijimos adiós a Otal y, en la lejanía, a Escartín y Basarán. Una intensa luz ocre comenzaba a caer pesadamente sobre las cumbres de Erata y Pelopín; hacía ya algún tiempo que el sol no acariciaba las ruinas de este pueblo enriscado entre macizos de piedra y tierra. Era el final de un día de montaña único. Otal es un lugar que llega al corazón, de los que no consigues olvidar, de esos rincones que te vienen a la memoria sin pretenderlo. Repasar sus fotos es querer volver. Su legado es inmenso, pues ningún maestro podrá explicar mejor que Otal el diálogo íntimo que, durante miles de años, mantuvo el hombre con la naturaleza.
Ruta completada:
Yésero-Otal (solo ida) Nota importante: el desnivel total acumulado de esta ruta es de 1300 metros tanto positivos como negativos (800 de subida desde Yésero hasta el Cuecho d’Otal y 500 de bajada desde el Cuecho hasta el pueblo de Otal y viceversa).
Fuente de consulta:
Guía de Sobrepuerto, VV.AA., editada por la Asociación O Zoque.
Madre mía, ¡vaya bosques! ¡Precioso todo!
¿Has visto? Esta zona ha sido todo un descubrimiento. Tiene una diversidad enorme: bosque atlántico, bosque mediterráneo y pradera alpina en un área geográfica relativamente pequeña. Poco más se puede pedir.