Ya tenía ganas de escribir una entrada así. Desde hace unos meses, nuestro nuevo hogar está en María de Huerva y tenemos todas las Planas a nuestra disposición, con su conjunto de vales, barrancos y muelas yesíferas que utilizamos como un gimnasio al aire libre, un rincón de asueto donde respirar aire limpio.

Esta vez no hemos tenido que hacer kilómetros para aprovechar bien el día. El medio natural lo tenemos al cruzar el portal de nuestra nueva casa. Este paisaje casi lunar me trae a la mente los paisajes áridos de mi tierra alicantina, horizontes que he vivido intensamente y con los que me siento absolutamente mimetizado e identificado.
Cada gota se atesora. Y eso lo saben bien los habitantes de María que gozan de una fértil huerta gracias a un río tan callado como maltratado en su último tramo hacia Zaragoza, el Huerva. El Huerva en su tramo por María es un río que discurre por territorio natural, con una importante vegetación de ribera y con una calidad de sus aguas visiblemente buena.

La afamada huerta de María se halla en la margen izquierda del río, mientras que en la derecha solo algunos campos dedicados al cultivo del cereal consiguen quebrar el dominio de las muelas esteparias de las Planas. ¿Nuestro objetivo? Subir al Cabezo Sillón, un mirador estupendo, y bajar de nuevo a María trazando una ruta circular de lo más interesante. La primera parte del recorrido discurre por el tramo final del Barranco de la Morera, que recoge las aguas de gran parte de las torrenteras de María.


Poco se tarda en llegar al Lugar Viejo y al castillo de María de Huerva, el primer asentamiento del pueblo. Antes se pasa por los restos de un alfar del siglo XVI que se sabe que produjo cerámica para los templos de la Seo y San Pablo de Zaragoza. Cruzar el Lugar Viejo supone imaginar el pasado del pueblo. Los restos de las antiguas viviendas forman ya túmulos informes, pues nadie habita allí desde que los moriscos fueran expulsados en 1610. Pero la imaginación vuela…


A pesar de todo, los más de 400 años de abandono no han conseguido borrar completamente las huellas de este asentamiento islámico: algunos arranques de muros de piedra revocada todavía permiten imaginar la funcionalidad de las construcciones hechas de yeso y arcilla. Vivir en y de lo que da la tierra. En sus mejores momentos, este sitio llegó a cobijar 1000 almas en unas 200 casas. Nada que no sea próspero puede alimentar a un millar de personas.
Del castillo, Al-Marya (la atalaya), solo queda la torre del homenaje que conserva a duras penas unos muros de tapial mutilados. Sus dos ojos aspillerados siguen mirando con tristeza hacia el pueblo nuevo de María. ¿Por cuánto tiempo? Si nadie lo remedia, cualquier día de lluvia intensa, de cierzo huracanado o de sol implacable, el castillo de María se quedará ciego. Poco o nada quedan de las murallas de tapial que rodearon por completo el recinto del castillo. 11 siglos ha visto pasar desde su construcción en el siglo X. Y ahí sigue, bello y dominante pese a la ruina que lo envuelve.

Superado el castillo, remontamos con decisión las sucesivas lomas hasta plantarnos en la explanada que antecede a la cima del Cabezo Sillón. El paisaje vegetal cambia y se abandona el terreno arbustivo dominado por el romero, el tomillo y el esparto para adentrarnos en un bosque natural de pino carrasco que, en pocos minutos, desemboca sin pérdida en la plataforma cimera del Cabezo Sillón.

Antes, es curioso ver cómo ejemplares solitarios de sabina albar prosperan intermitentemente en las alturas intermedias de estas muelas, adaptados mejor a los rigores de las heladas provocadas por el fenómeno de la inversión térmica, mientras que los pinos prefieren las zonas más elevadas, por encima de los 500 msnm, más ajenos a los fríos que hacen tiritar a las plantas en el llano.

A 601 msnm todo se ve mejor. En un día despejado te puedes arrepentir de haber olvidado los prismáticos en casa. Por suerte, gozamos de unos horizontes despejados que nos permitieron contemplar una serie de hitos con total claridad: hacia el sur el terreno amable de Botorrita y Muel y las sierras de Algairén y Vicor, esta última con sus crestas nevadas; hacia el oeste el omnipresente Moncayo con sus cumbres redondeadas teñidas por la nieve, hacia el norte los barrios de la zona norte de Zaragoza, los escarpes del Ebro que van desde Alagón hasta las puertas de la capital en Juslibol e incluso el Salto de Roldán en Huesca, escoltado por la alargada Sierra de Guara y las cumbres nevadas de los Pirineos. ¡Qué suerte!


Abandonamos la cima del Cabezo Sillón y seguimos el cordal evidente de la montaña rodeados de pinos algo afectados por la procesionaria (desde luego, mucho menos abundante que en otros lugares de Aragón). Ahora solo queda bajar de nuevo hacia María por el tobogán que conforma la loma que separa los barrancos del Cabezo Sillón y de la Morera. Aquí es posible apreciar la enorme erosión que han padecido las margas yesíferas desde antiguo, con unos barrancos de notable profundidad que se deshacen como azucarillos ante las grandes avenidas.


El paisaje en este lugar es mucho más mutable que en otros sitios. La roca con reflejos vidriados que ocupaba ese rincón que tanto fotografiaste, quizá mañana repose en el fondo de un barranco, desprendida por las últimas lluvias. Forma parte de la belleza agreste de estos horizontes.

A la estepa no se le puede pedir que sea lo que no es, pues es un ecosistema viejo, sabio, que no sabe convivir con el exceso. Hace de la escasez una virtud y, precisamente, ese es su secreto y su grandeza. No puede ser el chivo expiatorio de los que solo tienen en mente una visión incompleta y sesgada de la montaña. En la naturaleza todo suma.

Algunos dicen despectivamente que es un secarral sin valor alguno, otros preferimos adentrarnos en él para conocerlo, valorarlo y saber que la belleza tiene muchas aristas. Tan admirable es el romero estepario que se retuerce y se achaparra en el suelo para protegerse del viento en las zonas expuestas como el haya atlántica que estira su cuerpo para atrapar la mayor cantidad de luz posible. No hay diferencia entre ellos. Ambos seres luchan por sobrevivir.
Ruta completada:
Circular por el Cabezo Sillón (el primer tramo de descenso hacia María hasta encontrar el sendero evidente de bajada discurre por un pinar carente de señalización y con una senda prácticamente perdida. Hay que atravesar como mejor se pueda este pequeño trecho hasta abandonar finalmente la cubierta forestal de pino y desembocar en un cruce de caminos con un amontonamiento de piedras que hace las veces de hito).
Fuente consultada:
Historia de María de Huerva (Página oficial del Ayuntamiento de María de Huerva)
Más información en:
El castillo de María de Huerva – Castillo de Al-Marya (Castillosnet.org)
¡Qué pena que nosotros no pudiéramos disfrutar de esos paisajes cuando fuimos por culpa de la niebla! ¡Se ve todo tan diferente!
¡Ay, la niebla, que no nos dejó ver más allá de nuestras narices! Pues esto es lo que tenemos al otro lado de casa y lo que nos habría gustado enseñaros. Para nosotros es un lujo: un paseo por estas muelas y te vuelves a casa bien oxigenado y con las pilas recargadas.