Teruel

Peñagalera, el navío calizo de Beceite

El Matarraña turolense es un territorio bello por definición cuyas máximas alturas se encuentran en el macizo montañoso de los Puertos de Beceite, un terreno escarpado que no llega a superar los 1400 msnm en su vertiente turolense.

El toll de Pablet y Peñagalera al fondo
El toll (poza) de Pablet y Peñagalera al fondo
El río Ulldemó es paradisiaco
El río Ulldemó es paradisíaco

Con 1394 metros, el Tossal d’Encanadé es el pico más elevado de esta espina dorsal turolense, que prácticamente hace de linde con la comarca castellonense del Baix Maestrat y la población de Fredes, el núcleo de población más norteño de la Comunidad Valenciana. También penetra esta sierra de orientación noreste-suroeste en territorio tarraconense, de hecho, allí se levanta la máxima elevación de este macizo, el Mont Caro, que alcanza los 1442 msnm.

Por ahí debimos vadear el río para tomar la senda
Por ahí debimos vadear el río para tomar la senda
¡Qué aguas!
¡Qué aguas!

Al marchar de las tierras de almendrales y olivares del Matarraña eres muy consciente de que te has dejado muchos rincones en el tintero, quizá demasiados. Por eso, siempre es un lugar que te invita a volver. Esta vez elegimos una montaña singular, Peñagalera, un auténtico buque de piedra caliza a escasa distancia del núcleo de Beceite, surcada por el maravilloso río Ulldemó, tributario del Matarraña. Para llegar a la base de esta mole calcárea, es necesario introducirse en el paraje conocido como la Pesquera, un auténtico hervidero de bañistas en verano.

Ascensión sostenida hasta llegar a la plataforma cimera
Ascensión sostenida hasta llegar a la plataforma cimera

Iniciamos esta excursión imprescindible en el Toll de Pablet del Ulldemó, no sin antes descender a través de unos antiguos bancales dejados a su suerte desde hace mucho tiempo donde todavía despuntaban algunos tímidos almendritos en flor. Una acequia difuminada por la vegetación oculta las huellas de un pasado reciente, donde los beceitinos cultivaban hasta en los mismos márgenes del río aprovechando cualquier parcelita de tierra que les cedía la áspera montaña. Esta ocupación del terreno, bastante alejada del núcleo urbano y de las tradicionales zonas de cultivo en la vega, se entiende perfectamente cuando se sabe que Beceite llegó a albergar un máximo demográfico de 2252 habitantes en el año 1900.

Dejamos atrás la Roca del Migdia. Su figura recuerda mucho a la proa de un barco
Dejamos atrás la Roca del Migdia. Su figura recuerda mucho a la proa de un barco

Ciento dieciséis años después, la población de Beceite censa 566 habitantes, 1700 habitantes menos. Las cifras hablan por sí solas, pese a que el Matarraña no es, ni mucho menos, la comarca donde mayores estragos ha causado la despoblación en Teruel. Tras cruzar las aguas limpias del Ulldemó, la senda se adentra en un bosque de pinos que se abandona al poco rato. Estamos recorriendo la Solana de l’Estés y la vegetación es la típica de estas orientaciones. Dejamos atrás la figura de la Roca del Migdia, el reloj solar que marcaba las horas para los agricultores beceitinos que, según se cuenta, gozaba y goza de una precisión milimétrica para el que sepa interpretarlo.

Mastodontes de piedra acompañan la subida
Mastodontes de piedra acompañan la subida

Los romeros, los espartos, los brezos, las aliagas, los enebros, las sabinas y las carrascas fueron guiando nuestra ascensión a la Punta de Peñagalera, batidas por un viento cada vez más enfurecido según íbamos ganando altura. El sendero de subida es un auténtico espectáculo panorámico, además de un compendio del conocimiento y la sabiduría de las gentes de la montaña que siempre supieron trazar con maestría los antiguos caminos pedestres.

El Maset de Blas, a escasos metros de la cima
El Maset de Blas, a escasos metros de la cima

La senda, sin pérdida, se apoya en los flancos más accesibles de la montaña para superar los numerosos resaltes y el desnivel que arranca desde el mismo lecho del Ulldemó. Tras superar una canal rocosa de acusada pendiente conocida con el jocoso nombre de la Cuesta de Arrancapets, se llega a una plataforma que, prácticamente sin desnivel, nos conduce hasta el Maset de Blas, una pequeña construcción arruinada cuyos muros nos sirvieron de refugio ante el vendaval.

El solitario maset de Blas y Beceite al fondo
El solitario Maset de Blas y Beceite al fondo
El impresionante espinazo dels Ports en dirección a Cataluña
El impresionante espinazo dels Ports en dirección a Cataluña

Al lado de esta modesta construcción, fabricada en piedra sin labrar y con un tejado que se sustentó en vigas de madera y recubrimiento de cáñamo, grandes tejas y revoco de adobe, parezco intuir lo que parece ser una era por su tamaño circular. ¿Una era aquí? No sé si podría serlo (viento para aventar tendrían, eso seguro), pero lo que que sí se sabe es que hasta estos montes se encaramaban los paisanos para sacar rendimiento a la tierra. La morfología de la montaña en este punto, amesetada y prácticamente llana, lo permite.

Luces y sombras bajo el vendaval
Luces y sombras panorámicas

Tan solo queda remontar un discreto repecho hasta alcanzar la cima de Peñagalera. Allí un mojón de piedras y un vértice geodésico nos recuerdan que estamos en la cima. Las vistas son maravillosas, pues se domina buena parte de los pueblos que antes hemos recorrido en coche: Beceite y Valderrobres se muestran en todo su esplendor, como dos pequeños islotes en un mar de olivos y almendros.

Ensimismado con las vistas y acobardado por el viento
Me dio por señalar lo que solo alcanzaba con la vista

Las vistas hacia el otro lado son monumentales, con una increíble sucesión de picos, cresteríos y profundos despeñaderos que se integran en la provincia de Tarragona. Más lejanos y muy nevados aparecen los picos del macizo castellonense, allá en la Tinença de Benifassà.

Sobrecogedora vista desde la canal de piedras
Sobrecogedora vista desde la canal de piedras. El Ulldemó queda muy abajo
La montaña nos hace sentir muy pequeños
La montaña nos hace sentir muy pequeños

Nuestra intención era completar la circular a este pico, pero un viento horrible y glacial sopla con una fuerza huracanada allí arriba, especialmente en las zonas más expuestas. Pese a que no había previsión de lluvias, unas nubes de color gris intenso comienzan a desfilar en procesión cegando por completo la luz del sol.

Donde no hay bosque sobresale la piedra

Nos cuesta mantenernos en pie, las conversaciones las mantenemos a gritos y se nos empieza a congelar hasta la fuerza de voluntad. Damos media vuelta por el camino de ida, convencidos de que hemos tomado una buena decisión. Al poco de descender por la canal de piedras, empieza a caer una ligera nevisca que el viento se encarga de azotar en todas direcciones, mientras las nubes comienzan a pasar histéricas por encima de nosotros. ¿Qué ha pasado si hemos salido del aparcamiento con cielos azules?

Nos seguimos sintiendo pequeñitos
Nos seguimos sintiendo pequeñitos

Solo a unos cuantos centenares de metros del lecho del río Ulldemó comenzamos a entrar en calor. El viento ha soplado inclemente durante todo el descenso y agradecemos la protección del pinar que baja hasta el mismo cauce. Ante el precipitado descenso, hemos adelantado bastante la hora de llegada. Entonces, ¡qué mejor que visitar Beceite con unas cuantas horas por delante!

Comercio fechado en 1901. Puertas que hablan. Modernismo en estado puro
Comercio fechado en 1901. Puertas que hablan. Modernismo en estado puro
Alegoría a la madera: alero, vigas toscas de la balconada, barandilla, ventanas y persianas
Alegoría a la madera: alero, vigas toscas de la balconada, barandilla, ventanas y persianas

Su conjunto histórico bien vale la pena un paseo: dinteles labrados caprichosamente en el siglo XVI, un ayuntamiento con su lonja de arcos apuntados, los restos del antiguo castillo materializados en la «Presoneta» (la actual oficina de turismo), la huella indeleble que dejó el general Cabrera y la I Guerra Carlista en la villa, un sorprendente comercio de pasado modernista, multitud de portales de acceso al entramado de calles del casco viejo, humildes casas escondidas que aún conservan el aroma de antaño, aleros de tejados monumentales, un lavadero asentado bajo murallones de piedra tosca, un molino de haceite fechado en 1799, un río que da nombre a la comarca y unas fábricas de papel que no llegamos a visitar, pero que dieron fama y nombre a esta población.

¿Con esta separación entre casa y casa quién necesitaba teléfono?
En estrecha vecindad. ¿Con esta separación entre casa y casa quién necesitaba teléfono?
Lavadero en silencio
Lavadero en el que ya no se cuentan historias

Un placer también escuchar conservaciones de barra de bar en la lengua con la que crecí en mi pueblo, mi lengua paterna. Con los pies helados pero con el corazón caliente nos marchamos de Beceite deseando volver para conocer esta tierra de frontera que fascina por su buen vivir, su exuberante naturaleza respetada y su extraordinario legado árabe. En algún sitio leí alguna vez que los antiguos pobladores andalusíes consideraban esta tierra un paraíso. Desde luego, no les faltaba razón.

Ruta completada:

Ascensión a Peñagalera (el track de Senderos de Aragón señala un desnivel de 485 metros, pero según nuestra aplicación GPS este se sitúa en torno a los 540; se puede completar una ruta circular que recorre a la vuelta el flanco oriental de la sierra por el Coll de Pelele)

Más información de Beceite en:

Beceite, letras de papel (Blog Letras de viajes)

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