Huesca

Santa Orosia desde Satué: el camino de umbría hacia la montaña sagrada

Toca añadir esta ruta a la lista de imprescindibles. No podía ser de otra forma. Subir a Santa Orosia desde Satué en primavera es como estar delante de una pantalla de alta definición, pero con la salvedad de que aquí los píxeles y los colores son naturales.

San Andrés es pura armonía
San Andrés es pura armonía

Antes de adentrarnos en un tupido pinar, pasamos por la iglesia parroquial de San Andrés de Satué, una maravillosa y refinada muestra del estilo serrablés. El PR-HU 5 no deja de subir hasta llegar a los prados de Santa Orosia.

Campos en las inmediaciones de Satué
Paisaje de Satué

Remontaremos la práctica totalidad de la cuenca del Barranco de las Gargantas, que emprende un descenso vertiginoso desde la Fuente A Codera, un manantial situado muy cerca de la divisoria de aguas que separan las cuencas del Gállego y del Basa. Un denso bosque de pino silvestre, junto con un sotobosque raído por la voracidad de los jabalíes, nos dieron la bienvenida.

Senda inicial entre pino y boj
Senda inicial entre pino y boj

Algunos ejemplares de pino royo sucumbieron ante las copiosas nevadas de años pasados. La naturaleza sabe perfectamente cómo aclarar el bosque. Las vistas comienzan a ser grandiosas cuando se pasa por un balcón natural que mira hacia la Tierra de Biescas.

Paredes de roca que ocultan tesoros a sus espaldas
Paredes de roca que ocultan tesoros a sus espaldas
Primeras panorámicas
Primeras panorámicas

El camino se orienta netamente hacia el norte y comienzan a aparecer de la nada los primeros ejemplares de haya. Es aquí también donde empezamos a observar las primeras coronas de rey, las primeras flores silvestres, los primeros arces y serbales. La vida explota donde el sol no abrasa.

El verde clorofila de las hayas nos abruma
El verde clorofila de las hayas nos abruma

Empezamos a respirar un aire húmedo, oxigenado y fresco: nos tocaba cruzar por primera vez el Barranco de las Gargantas. Luego perdimos la cuenta de las veces que lo cruzamos, pero estoy casi convencido de que fueron más de media docena, muy cerca de la decena.

No iba a ser la primera vez que lo cruzáramos
El rumor del agua nos guiará hasta su mismo nacimiento

Tras pasar por el cura Aurín que ya no luce su testuz, se comienza vislumbrar el final de la subida. El conglomerado rocoso acompaña nuestros pasos y nos deja ver la inmensa depresión formada por la Val Ancha y la Val Estrecha. Desde aquí parece una inmensa pista de despegue, un altiplano en un mar de montañas.

Val Ancha, Val Estrecha y Oroel
Val Ancha, Val Estrecha y Oroel

El erizón se adueña del sendero. Esto antes fue terreno de pastoreo, pero por aquí ya no pace ningún animal. El bosque comienza a abrirse paso. El menor caudal de agua indica que estamos cerca del origen del barranco. Las gencianas y las violetas conforman enormes alfombras de colores añiles.

¿Podéis escuchar el sonido del barranco?
El barranco resuena

Me voy a quedar sin batería antes de tiempo si sigo haciendo tantas fotos. Pero es que no es para menos… ¡Estamos alucinando! La primavera aquí es un primor y se muestra generosa y exuberante.

¡Qué cosas tan bonitas hace la naturaleza!
¡Qué cosas tan bonitas hace la naturaleza!

Efectivamente, estábamos a pocos metros del nacimiento del Barranco As Gargantas, que nace en medio de verdísimos prados con una frescura exquisita. Agua nacida es vida, así que echo un trago de agua para el cuerpo. Los rituales están siempre para cumplirlos.

As Gargantas se descuelga hacia el llano
As Gargantas se descuelga hacia el llano

La Punta Oturia a la izquierda y prados de un color verde intenso ante nuestros ojos. Así nos recibe la montaña sagrada de las tierras del Serrablo. Antes de parar a comer, le debemos una visita al Santuario de Santa Orosia, un lugar mágico que, como suele suceder en el Alto Aragón, se abraza a un nacimiento de agua.

Que no deje el agua nunca de manar
Que no deje el agua nunca de manar

Maravilloso el nuevo tejado del santuario que resistirá mejor las calamidades de un tiempo duro. Un modesto cuadro enmarcado cuelga del altar donde se puede leer lo siguiente: «A Santa Orosia: por todos aquellos que vivieron en estas montañas, pero un día se fueron a otros lugares y han muerto lejos de esta tierra, con tu nombre en sus labios». Un escalofrío recorre toda mi espina dorsal. Sí, estas montañas tuvieron vida, hubo sueños y miserias en ellas; ahora solo quedan ruinas y gentes que no las olvidan.

Recogimiento
Recogimiento

Volví a beber, esta vez de la fuente de Santa Orosia, aunque más que beber, me bauticé en ella. Tanta cantidad de agua no me dejó ver el musgo de la pileta y acabé remojando mis posaderas y algo más. Los niños que tenía al lado se partían de risa… Malajes.

Origen del Barranco de Santa Orosia con Guara al fondo ¡Agua a raudales!
Origen del Barranco de Santa Orosia con Guara al fondo ¡Agua a raudales!

Queríamos comer cerca del santuario, pero la celebración multitudinaria de una comunión nos hizo cambiar de idea. No esperábamos encontrarnos tal jolgorio, así que la sombra de un humilde pino fue nuestro lugar de parada y fonda.

Delicadeza
Mismo lugar: delicadeza

¡Qué panorama tan diferente nos encontramos ese día de marzo de hace dos años que subimos hasta aquí por Yebra de Basa! Ni el Yeti habría podido pasar con esa nieve húmeda y pesada. Y míranos ahora, bajo un sol primaveral y entre verdes pastos de montaña. La vuelta estaba prevista por el camino de Javierre del Obispo, mucho más expuesto al sol con orientación sur-suroeste.

Caminos que van a Sobrepuerto
Caminos que van a Sobrepuerto

Antes de emprender la bajada, fuimos a saludar a las tierras de Sobrepuerto, que tanto nos han calado. ¡Ahí te quedas Manchoya, que todavía tenemos un buen trecho hasta Javierre! Los primeros pasos de nuestro camino de vuelta quedarán en nuestra retina para siempre.

Verde, azul y blanco
Verde, azul y blanco

Un terreno dominado por el verde pasto comenzó a colmarse de nuevo de gencianas y algunas orquídeas que, con sus colores rosáceos y rojizos, buscaban poner la nota discordante entre tanta tonalidad violeta. No había nada más. Ni árboles, ni bojes, ni erizones, ni nada que se le pareciera. Solo nosotros y el viento que rompe el silencio y arrecia en los collados.

Relieves suaves de Oturia
Relieves suaves de Oturia

Y, casi sin darnos cuenta, aparecieron los primeros perfiles angulosos de la Partacua, la tierra de Sobremonte, la descomunal Val Ancha, la armoniosa muralla de Tendeñera y los picos más agrestes que coronan el Valle de Tena.

Los adjetivos los pone el paisaje
Los adjetivos los pone el paisaje
Pequeñito
Pequeñito

Estábamos en la Mallata Javierre, un lugar para sentirse un poco más pájaro y dejar volar las emociones, un rincón donde las horas parecen minutos, un balcón sin barandilla donde, al asomarte, sientes que muchas cosas tienen sentido.

Pasamos por la cabecera del Barranco Río Salto, que nace entre margas, y emprendimos el descenso hacia Javierre del Obispo. Alcanzamos esta aldeíta serrablesa, que censa 17 habitantes, con unos rayos de sol lánguidos y mansos.

Cabecera del Río Salto; contrastes
Contrastes en la cabecera del Río Salto
Por ese tajo de enfrente sube el camino de Satué
Por ese tajo de enfrente sube el camino de Satué

Nos detuvimos ante la formidable figura de la infanzona Casa Oliván, en cuya cadiera el dueño quiso dejar constancia en 1671 de cómo la peste bubónica se había llevado a parte de su familia. Tuvo que ser un varapalo terrible, que aconteció en un siglo especialmente cruel en lo social y lo económico como el XVII. Así, las generaciones posteriores, cuando se sentaran ante el fuego del hogar, el epicentro de la casa, conseguirían dar valor a cada una de las gotas de sudor que derramaron sus antepasados para sacar la casa adelante. Ahora cumple otras funciones como alojamiento rural, pero ahí está para el que la quiera admirar y conocer. El empaque y los aires de hidalguía, desde luego, no los ha perdido.

Cuatro pasos más y en Javierre
Cuatro pasos más y en Javierre
La cadiera de Casa Oliván. Fuente: FDPH, Ricardo Compairé, 1920-1936
La cadiera de Casa Oliván.
Fuente: FDPH, Ricardo Compairé, 1920-1936

Tenemos Satué a tiro de piedra. Allí las luces del pueblo ya están encendidas. No somos de llegar pronto; nos gusta aprovechar hasta el último minuto en la montaña. Esta vez ha sido Santa Orosia, la montaña sagrada, la que nos recibió con los brazos abiertos, la que consiguió que, cada tanto, echáramos la vista atrás para contemplarla con orgullo.

Ruta completada:

Satué-Santa Orosia-Javierre del Obispo (Esta ruta de Wikiloc hace el recorrido inverso al que hicimos nosotros. Es recomendable salir desde Javierre en estaciones cálidas porque, a la vuelta, se baja por el sendero de umbría de Satué. Si hay tiempo y fuerzas, recomendable subir a la Punta Oturia).

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