Huesca

Valle de Aísa, el reino del karst

Excursión largamente deseada la del valle de Aísa, un lugar donde se puede respirar la viva esencia del Pirineo, donde reencontrarse con uno mismo lejos de las grandes aglomeraciones estivales.

La excursión se inicia en las inmediaciones del refugio de Saleras con la firme intención de remontar en dirección norte el filo de la montaña en busca del GR-11, la senda pirenaica. El que quiera buscar un paseo más tranquilo puedo hacerlo por el fondo del valle, acompañando los primeros pasos de un recién nacido río Estarrún, afluente del río Aragón.

Entrada al valle con el barranco de Igüer que nos da la bienvenida
Entrada al valle: el barranco de Igüer nos da la bienvenida

Para nosotros el hito que nos debía acompañar durante esta primera subida era la zona de los Mallos de Lecherín, que sirve de linde entre el valle de Aísa y el de Canfranc a través del collado de la Magdalena.

Cruzamos Igüer
Cruzamos el Igüer

Nos sorprendió no solo la forma de diente del Pico Rigüelo y los solitarios Mallos de Lecherín, sino la importante cantidad de agua que brotaba de la surgencia del Chorrotal de Rigüelo, donde los habitantes del valle dicen que hay una fuente, llamada de la Madalena, que solo brota en la noche de San Juan.

El manantial de Rigüelo escoltado por el pico homónimo y los Lecherines
El rebosante manantial de Rigüelo escoltado por el pico homónimo y los Lecherines

Esta imagen de abundancia de agua contrastó luego con un barranco de Igüer, el otro aporte principal del Estarrún, muy mermado.

Panorámica de la cubeta formada por el Rigüelo
Panorámica de la cubeta formada por el Rigüelo

Al llegar a un cruce, el camino faldea fácilmente por la ladera, siempre custodiados por la majestuosa presencia del Aspe y las Llenas del Bozo y de la Garganta, auténticos protagonistas de este valle, picos que rondan o superan por poco los 2600 metros de altura.

El valle comienza a abrirse
La cabecera del valle ante nuestros ojos con su característico frontón calizo
El valle comienza a abrirse
La hondonada que ve nacer al Estarrún

Entre los últimos lirios de la temporada y manchas de enebro rastrero y pino, llegamos al refugio ganadero de Izagra, antesala del desaparecido ibón de Izagra y el dolmen homónimo.

La descarnada Sierra de la Estiva frente a nosotros
La descarnada Sierra de la Estiva

Conforme íbamos ganando altura, el flujo de norte que se intuía en el faldeo previo fue haciéndose cada vez más patente. Las nubes entraban frenéticas desde la vertiente francesa y terminaban por deshacerse al poco de penetrar en España.

Terreno de lapiaz y Collado del Bozo
Terreno de lapiaz, tobillos en guardia

Superamos una impresionante zona de lapiaz entre colinas herbosas para llegar al Rincón de Izagra, una fantástica planicie de pasto alpino que, en su día, acogió las aguas del ibón colmatado de Izagra. Sorprenden los sumideros de desagüe por donde se cuelan las aguas recogidas en la cabecera del valle. La naturaleza kárstica de la montaña de Aísa en toda su expresión.

Antiguo dominio de las aguas del ibón de Izagra
Antiguo dominio de las aguas del ibón de Izagra
Panorámica del Rincón de Izagra
Panorámica del Rincón de Izagra

Nuestro objetivo era remontar el Collado del Bozo para recorrer todo el cordal de la Sierra de la Estiva hasta el Pico Petrito, pero teniendo en cuenta el vendaval que nos había soplado en la zona del Cubilar, donde se entuban los vientos procedentes de los grandes picos de Aísa, sabíamos que lo íbamos a tener bien crudo. Subiendo a buena marcha en dirección al Collado del Bozo, situado a casi 2000 msnm, el calor era sofocante pero, como intuíamos, iba a ser un espejismo.

Cabecera del valle de Aísa con la figura reconocible del ibón colmatado
Cabecera del valle de Aísa con la figura reconocible del ibón colmatado

Al hollar el collado el viento era huracanado, seco, insoportable. Un grupo de scouts tomó las de Villadiego al ver el panorama, allí no se podía descansar. Efecto Venturi de manual. Nos dio tiempo a ver el alto valle de Aragüés, con el refugio de Lizara, sus llanos y un Bisaurín tímido que no se dejaba ver.

Hacia los Llanos de Lizara y el Bisaurín engullido por la gabacha
Hacia los Llanos de Lizara y el Bisaurín engullido por la gabacha
El Bisaurín y la Sierra de Bernera
El Bisaurín y la Sierra de Bernera

Nathalie desiste al verse desestabilizada por las rachas de viento, pero yo no me resigno, ya que me gustaría subir, al menos, a la Punta del Cuello Bozo, la primera de las cimas del cordal, para tomar unas pocas fotos. Pero no, imposible, no puedo ni sujetar la cámara. Me rindo, tú has ganado viento de puerto, otro día será.

El Collado del Bozo desde cierta altura
El Collado del Bozo desde cierta altura

Comemos en el mismo collado bajo la protección de una gran roca orientada al sur… ¡menos mal! La vuelta la iniciamos en las inmediaciones del barranco Hondo, un tributario del Igüer, que bajaba con un pobre hilillo de agua. El verano está siendo cruelmente seco. Es terrible ver pastos agostados en la tercera semana de julio. Lluvia, ¿por dónde andas?

Bajamos de nuevo hacia el valle
Bajamos de nuevo hacia el valle

Tras superar la acusada pendiente del Barranco Hondo, llegamos a los pies de un murallón calizo donde sestean unas ovejas amodorradas por el calor. Hace 25 minutos estábamos tiritando de frío y ahora estamos sudando de nuevo la gota gorda. Contrastes. El recorrido por el fondo del valle fue un agradable paseo entre las serpenteantes curvas del barranco de Igüer. Tan solo quedaba tomar la pista que enlaza de nuevo con el refugio de Saleras.

Fondo de valle. ¡Hasta otra!
Fondo de valle, fin del trayecto

La jornada llega a su fin. Crestear la Sierra de Estiva fue misión imposible, pero pudimos disfrutar de las vistas que nos regaló el Collado del Bozo. Cuando la meteorología dice que no, es que no, y no se hable más.

Aun así, pudimos disfrutar de un rincón solitario del Pirineo jacetano, donde la caliza se enseñorea contundente, donde las aguas puras de la surgencia de Rigüelo dan vida a un valle entero, donde una vez hubo un lago de montaña, donde nuestros antepasados creyeron que este era un buen lugar para el descanso eterno, donde el Pirineo sigue siendo Pirineo.

Ruta completada:

Recorrido circular por el Valle de Aísa

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