El Moncayo es inagotable. Conocemos todas sus vertientes, muchos de sus mejores rincones y nunca deja de sorprendernos. Es una ínsula de biodiversidad, también en su flanco castellano, el que aún no goza de una figura de protección efectiva.

El objetivo es recorrer una sección más de la espesa fronda de hayedos sorianos, casi todos ellos concentrados en el término municipal de Ágreda.

Hasta hace no mucho, este hayedo estuvo vedado al ser humano. Siempre lo atravesó un camino que subía hasta los neveros ubicados en la base de Peña Negrilla, el pico más elevado de la vertiente soriana del macizo moncaíno.

El abandono se encargó de entretejer una tupida maraña de ramas, pero la puntada de la vereda estaba marcada desde antiguo. Solo había que volver a destejer. El Ayuntamiento de Ágreda, entre otras instituciones, han sido las promotoras de la apertura de la “senda de los neveros”, una calzada tapizada por el follaje de árboles atlánticos, a través de la cual se civilizó el hielo generado por el padre Moncayo hasta finales del XIX.
Es el hayedo de la Hoyada, recorrido por el barranco del mismo nombre, que solo es visible en el tramo más bajo del bosque. Es una foresta madura, de ejemplares vigorosos. Pocas sensaciones son comparables en la naturaleza a la de caminar envueltos por la frescura de un hayedo.

La fuerte subida nos hará disfrutar, más si cabe, del espectáculo que es ver renacer un hayedo en primavera, con sus horizontes de color verde intenso, con los escasos jirones de luz que son capaces de dibujar manchas en el suelo. Habrá que parar a tomar resuello. Eso nos permitirá contemplar multitud de líquenes, hongos y musgos que se adhieren con fuerza a la piel silícea del Moncayo.

El sotobosque es un gran yermo de hojas empapadas. Las hayas no quieren competir con nadie. Según vamos ganándole metros a la subida, comprobamos cómo el sol comienza a filtrarse con más fuerza.

Tan tupido abajo, aquí, en la linde forestal, la floración del hayedo se encuentra todavía retrasada. La fría y lluviosa primavera ha propiciado este tipo de cosas. El 1 de mayo, el día de la inauguración oficial de este sendero, los caminantes imprimieron sus huellas sobre varios centímetros de nieve, en un día mucho más invernal que primaveral.

Aún con yemas por abrir, el bosque se muestra tímido y desconfiado, como si pensara que alguna helada o nevada tardías todavía pudieran frustrar su eclosión. Pero explotará, lo hará, y teñirá de clorofila las cotas más elevadas de la Hoyada.

El hayedo termina, no así la subida. Dejamos atrás su parasol forestal y nos introducimos en un pinar de montaña disperso, muy matorralizado. Los enebros rastreros hacen acto de presencia, junto con algunos brezales y piornales. Estamos realmente cerca de los pastizales de montaña, a cuatro pasos de entrar en el territorio de la alta montaña.

Los pinos negros, los últimos árboles del bosque de la Hoyada, a casi 1800 metros de altitud, se despiden de nosotros en actitud conmovedora.

Parece como si el frío les hubiera hecho adoptar esas posturas tan dramáticas, como si las nieves del último invierno les hubieran dejado ateridos y congelados para siempre.

Solo nos queda afrontar la última rampa para llegar al collado, donde una cabaña de pastor nos aguarda para descansar y solazarnos con las vistas del Cerro Cagalobos, el hermano menor de la Peña Negrilla. Nos lo hemos ganado.


A partir de aquí, el único objetivo es descender tranquilamente y recrearnos con una mirada lejana para contemplar los horizontes que se advierten desde esta isla montañosa. Un nevero nos saca de nuestro ensimismamiento.


Tan grande es su grado de colmatación que podría pasar desapercibido si no fuera por la señal que marca su existencia. Pero sirve, y mucho, para imaginar la dureza de los trabajos preindustriales, antes de que Charles Tellier revolucionara nuestra existencia con su primera máquina frigorífica a gas.
Si hubiera fuerzas y tiempo, un sendero pedregoso nos invita a conquistar la cima de Peña Negrilla desde este mismo punto. Opción jugosa para los que deseen ensanchar aún más las ya de por sí extraordinarias panorámicas.

No es nuestro caso, pues optamos por continuar por la pista forestal, que muestra un precioso despertar allá donde miremos. El sol lacerante de junio todavía no ha esquilmado las laderas del gigante de piedra. Los enebrales rastreros se aferran a la roca viva de las cotas más elevadas. Son la última expresión de la vida vegetal en el Moncayo.

Una vieja majada llama nuestra atención. Los muros aún delimitan unos corrales que solo cobijan ortigas y plantas hirientes, nacidas a expensas del desvelo y las preocupaciones de pastores que hace tiempo marcharon de estas montañas.

En un lateral, un chozo minúsculo, con algunas tejas y maderos sobrevivientes, debió de servir de refugio a los pastores que encerraron a sus ovejas y cabras desde tiempos inmemoriales en este rincón del Moncayo de Soria.

Esa austeridad duele y emociona a partes iguales, más aún cuando se inserta en un paraje de semejante grandeza visual. El hombre frente a un descomunal mastodonte de piedra.
El collado del Canto Hincado es nuestro siguiente objetivo. Es un cruce de caminos clave en el oeste moncaíno. Fuentes y Cueva de Ágreda, dos pueblos de piedemonte, están a tiro de piedra.

La extensión caliza de la sierra de las Pedrizas se desgaja del núcleo silíceo del Moncayo. Es uno de los numerosos brazos kársticos que afloran en la periferia de la gran montaña.

Recorremos el paraje de los Cejos, repoblado densamente con pinos, que tiene un mirador del mismo nombre. Desde este balcón, se puede contemplar desde Ólvega hasta Tudela, pasando por la silenciosa sierra de Alcarama en las Tierras Altas sorianas y la peña Isasa, “la que muchos ven y pocos pasan”, ubicada en la comarca riojana de Arnedo.

Los últimos metros de la ruta son a todo color, gracias a las delicadas orquídeas que surgen en las orillas del camino. Su delicada presencia es el colofón de ruta deseado.


Una vez más, Moncayo. Fue la primera montaña que reconocimos desde la carretera la primera vez que pisamos esta tierra. Fue la primera montaña que visitamos, una vez vaciadas todas las cajas de mudanza. Fue la montaña que siempre decoró los atardeceres de nuestra primera casa en Zaragoza.

El Moncayo forma parte de nuestro paisaje emocional reciente. Y a los amigos y compañeros se les quiere y se les honra.
Ruta completada:
Senda de los Neveros y hayedo de la Hoyada desde Aldehuela de Ágreda
Ayer estuve por primera vez en el Moncayo. Me gustó mucho.
Me sorprendió el estado de las hayas. Parecían enfermas pues la hoja que intentaba salir estaba reseca en los bordes… ojalá sea sólo una cuestión de la meteorología.
Un saludo!
Hola, Irene:
Qué bien que te gustara tanto. A nosotros nos encantó el primer tramo del hayedo.
El segundo tramo, el más alto, nos pareció que había padecido frío y que le faltaba algo de calor para reverdecer. Pero si dos semanas después, y con el calor que ha hecho, nos cuentas que sigue igual, quizá sí esté enfermo.
Gracias por comentar.
Hola Rai.
Espectacular el hayedo de la Hoyada, que tiene la ventaja respecto a los de la vertiente zaragozana, que lo recorres en total soledad, cosa que le da un punto al recorrido.
Nosotros realizamos la circular, pero añadiéndole las cimas de la Peña Negrilla y el Moncayo, para bajar por la pedrera Norte y ver los restos de los aviones estrellados, te dejo el enlace por si te interesa. http://viajesyrutasdesenderismo.blogspot.com/2019/06/ascension-la-pena-negrilla-norte-2078.html
Para el otoño quiero volver con mi mujer, pero la subida por el hayedo es muy dura para ella, tu que la has realizado esta circular, es más suave la subida por el Canto Hincado?
Un saludo
Hola, Eduardo:
Guardamos un gran recuerdo de esa excursión. Se conocen muy poco los hayedos sorianos, pero son idénticos a los zaragozanos porque son la misma continuidad de masas forestales.
Con respecto al día que estuvimos allí, han incluido más señalización (por ejemplo, no estaba el desvío hacia el Peirón de la Peña Rajada, que es un pilón enorme de piedras que levantaron los pastores para tener un punto de referencia en los días de peor tiempo).
La subida por el Canto Hincado es mucho más tendida y llevadera aunque también bastante más larga (toda la ascensión es por pista). Tened en cuenta que apenas hay protección forestal, por lo que si la hacéis en un día de calor no vais a tener sombra. El hayedo de la Hoyada, que sí lo conoces, invita a utilizar unos bastones para hacer más llevadera la bajada.
Gracias por el enlace y por pasarte por aquí.