Calomarde es una población serrana situada en el corazón mismo de la comarca de la Sierra de Albarracín. Se halla rodeada de grandes peñascos, potentes alfaguaras y una amplia y feraz vega regada por las aguas cristalinas del río de la Fuente del Berro, también conocido como el río Blanco.
Innumerables publicaciones hablan de Calomarde como topónimo de reciente creación, a través del cual se honra la figura de Francisco Tadeo Calomarde, el que fuera mano derecha del borbón absolutista Fernando VII.

Nació en Villel, en 1773, una localidad situada a más de una hora de Calomarde y a tan solo diecisiete kilómetros de Teruel. No existen lazos sociales, políticos o económicos que vinculen a este villelino con Calomarde.


Fuente: Fototeca Digital, vuelo americano serie B
En cambio, en el siglo XII, ya aparece en documentos de la época como Calomar, en tanto aldea de Albarracín bajo dominio del señorío de la familia navarra de los Azagra. A decir del capellán de Santa María de Albarracín Oveco (o Petro) de Calomart, los colonos calomardenses ya habían tomado posesión de sus tierras en 1189.

Algunos siglos más tarde, en el censo demográfico del Conde de Aranda de 1768, cinco años antes del nacimiento del valido de Villel, ya figuraba como Calomarde.

Lo literario y lo legendario hablan de Peñascales y Vallehondillo como germen del actual Calomarde, pero no es más que un relato fantástico que se ha dado equivocadamente por bueno.


Lo que nos ha traído hasta aquí hoy es descubrir la obra paciente del río de la Fuente del Berro o Blanco, que ha esculpido una formidable red de encajonamientos surcados por cauces principales y subafluentes.

El Karst se impone en esta zona de la Sierra de Albarracín y modela su paisaje con contundencia.


Para poder horadar las duras calizas jurásicas ha tenido que adoptar una silueta meandriforme, con escarpes muy marcados y huellas de modelado periglaciar representadas por canchales activos, derrubios estratificados y fracturas inclinadas en las laderas del barranco que conforman descarnados graderíos de calizas.
Y, abajo, que es por donde transitamos nosotros sin perder de vista las alturas, el agente modelador, el arquitecto jefe de Calomarde, un río vivo, impulsado por un otoño muy húmedo y generoso.
Transitamos por las entrañas del Cañón de los Arcos, una auténtica inmersión en la naturaleza más exuberante de la Sierra de Albarracín.
¿Quién puede decir que esto no es un regalo?
La salida se produce en el Molino de Abajo, uno de los dos molinos que son testigos estáticos de nuestros pasos durante esta ruta. Ambos presentan un estado de ruina absoluta, pero evidencian un pasado no muy remoto donde las aguas del río Blanco servían para sustentar una economía precarizada.


Fuente: Fototeca Digital, vuelo americano serie B
Así lo deja por escrito en 1847 Pascual Madoz, que habla de una producción “con tal escasez, que no bastando para el alimento de los habitantes, muchos de ellos tienen que emigrar en la temporada de invierno y buscar trabajo en las provincias interiores y meridionales”.


El siguiente molino, también prácticamente desaparecido, es el de las Pisadas. Forma parte de un modesto complejo industrial de carácter rural que acogió el propio molino, de notables dimensiones, la casa del molinero, un amasijo de ruinas, campos de labor, aún hoy cultivados, un pajar y una tejería, también edificios vencidos.


El origen del topónimo de este molino tiene un sustrato legendario, donde los protagonistas son el diablo y un pastor incauto, y el escenario un bosque vedado. Al margen de fábulas, este foco de aprovechamiento humano tuvo y aún tiene sentido práctico dentro de estas montañas duras, incultas y batidas por extremos meteorológicos.

En esta hondonada aluvial, el río de la Fuente del Berro propicia unas tierras amables, de buen cultivo, antes de encañonarse. El acceso al agua es inmediato, de ahí el establecimiento de una tejería, de la cual todavía es observable la boca del horno. Peores condiciones tendrían los del molino de Abajo, prácticamente inmersos en las angosturas kársticas del cauce, con unos aprovechamientos bastante más exiguos.

Caminamos ya por la cabecera hidrográfica de nuestro río, por relieves dulces casi exentos de pendiente. El manantial de la Fuente del Berro está pletórico, cómo no. Es el origen fiable de este río, nacido en el término de Frías.

Pero hoy vamos a tener la suerte de ver todas las ramificaciones hídricas del más importante afluente del Guadalaviar en su curso alto. Periódicos carteles nos indican que estamos ante “aguas de alta montaña”. Más arriba de la Fuente del Berro, toma el nombre del barranco de los Corrales de la Hoz, desarrollado por una sucesión de brazos tributarios que afluyen en todas direcciones.

Los pinos negros, habituados a estos fríos punzantes, empiezan a exhibir sus retorcidos fustes. También hace acto de presencia la sabina rastrera, la que se desliza por el suelo para aprovechar el mínimo atisbo de calor de estos suelos esqueléticos. Puro Teruel interior.

Últimos pasos por la Muela de Frías, que albergó un antiguo poblado de 7,4 hectáreas, el del Castellar, habitado desde la Edad de Hierro hasta el siglo II a. C., con hallazgos de terra sigillata. También hoy, aunque en menor medida, estos páramos en altura se siguen cultivando como lo hicieron las tribus celtíberas y los árabes. No nos desviamos tanto del camino que otros abrieron.

Estos últimos fueron los artífices de la domesticación de estos yermos siguiendo un modelo de hábitat disperso en alquerías y masadas, antes de que a finales del siglo XII los Azagra mandaran establecerse a los nuevos colonos en las vegas más fértiles.

Llegamos a Frías, que hace honor a su nombre. Una espesa niebla nos envuelve y nos invita a seguir caminando, pues la quietud en estas condiciones no es buena consejera. Una fina lluvia decide que es el momento ideal para calarnos de frío.

En su término nacen el maltratado río Tajo, el más largo de la península ibérica, que concluirá su dilatada travesía en el Atlántico, y el río Cabriel, el tributario de mayor entidad del Júcar, que lo hará en el Mediterráneo. No muy lejos surgen el Cuervo, el propio Júcar y también el Guadalaviar, que tomará el nombre de Turia en Teruel.

Decidimos volver, la niebla nos niega un paisaje que solo adivinamos. Por camino ya conocido, arribamos a la altura del Molino de Abajo, donde tomamos el sendero que siempre patearon los habitantes de estas montañas.
Ellos nunca anduvieron por pasarelas metálicas, sino por estas líneas pisadas que el tiempo no ha conseguido borrar y que nosotros ahora rendimos homenaje con nuestro paso.

Desde estas cotas, se puede admirar la obra de nuestro río. Es realmente bello contemplar el poder transformador del agua, en actitud callada y pertinaz.


Pasaremos por la cueva de las Albardas y saldremos al camino principal por el barranco de Mingomarco. La lluvia arrecia.

Buscaremos refugio y calor en la Posada de Calomarde, justo al lado de la iglesia de San Pedro Apóstol del XVII, donde, misteriosamente, se hallan encastrados dos sillares funerarios de época romana, concretamente del siglo II d. C, en plena época flavia.
La inscripción traducida del sillar votivo sería: “A Lucio Terencio Crescens, hijo de Lucio, de la tribu Galeria, a Maria Ammia, a Lucio Terencio Firmo, hijo de Lucio, de la tribu Galeria y a Lucio Terencio Firmano, muerto a los 22 años. Valeria Severa a sus suegros, a su esposo y a su hijo”.
Como se indica, los muertos pertenecerían a la gens Terentii (Terencios), que obtendrían la ciudadanía romana directamente de los Flavios, y pertenecerían a la tribu Galeria, también presente en los monumentos funerarios de Rubielos de Mora y la Iglesuela del Cid.
Con toda probabilidad, habría existido en las inmediaciones una calzada o vía romana con un mausoleo, del que provendrían estas piedras funerarias. La romanización también fue intensa en estas quebradas montañas.

Se acaba aquí esta ruta bella, intensa y llena de matices. Caminos de agua que nos han permitido descubrir la vertiente más generosa de la Sierra de Albarracín, la de los grandes acuíferos, donde Calomarde brota como un árbol más a la vera de su río.
Ruta completada:
Barranco de la Hoz desde Calomarde
Fuentes de consulta:
Gonzalo Pérez, Esperanza (2012). La inscripción de los Terentii de Calomarde (CIL II 3172) (pp. 13-32). Tramacastilla: Centro de Estudios de la Comunidad de Albarracín
Martínez González, Javier (2008). Comarca de la Sierra de Albarracín. Gobierno de Aragón