Zaragoza

Redescubriendo el hayedo de Peña Roya en otoño

Se ha dicho mucho de Peña Roya, tanto que casi sobran las palabras. Este es uno de los muchos hayedos que cubren las vertientes más umbrosas del macizo del Moncayo.

No es el único, desde luego, pero sí uno de los más accesibles, lo que le convierte en un polo de atracción natural.

Lo conocimos en plena primavera, en uno de esos despertares moncaínos tan singulares, donde el verde es tan profundo que germina en las conciencias.

Nos quedaba experimentar su otro flanco equinoccial, el ocre, y vivir con él su lenta inducción al sueño invernal.

El ser humano influyó en el bosque Peña Roya, actualmente incluido en el término municipal de Tarazona, hasta principios del siglo XX. No caigamos en el error de creer que es un bosque desantropizado, onírico y salvaje, tal y como dejan caer alegremente algunos artículos.

Se explotó su madera mediante la técnica atávica de la escamonda, de ahí que encontremos ejemplares de troncos poderosos, con su particular fisonomía trasmocha.

Hayedo de Castilla
Las hayas trepan por las pedreras

También se introdujo cabaña ganadera que dio lugar a una superficie adehesada, que ya no subsiste en esta zona, pero sí en otros lugares aún aprovechados como la dehesa de rebollar de la soriana vertiente de Cueva de Ágreda.

Hayedo aclarado con sotobosque más desarrollado

No podía ser casual que en estas laderas silíceas medrara un cada vez más denso hayedo, de carácter puro, que crece al amparo de las obstinadas nieblas del Moncayo y de una corriente de humedad procedente del profundo océano Atlántico, que colisiona con el gran gigante de piedra.

Panorámicas de escándalo

Felizmente, en mayo de este mismo año, este hayedo fue incorporado al Catálogo de Árboles y Arboledas Singulares de Aragón, debido a “la edad y madurez de la arboleda”, así como a “su rareza y estructura”, lo que le confiere un alto valor ecológico.

Un río de roca desciende desde el mismo Moncayo

El sotobosque es de naturaleza menguada, como corresponde en todo hayedo maduro. Solo los helechos son capaces de soportar la querencia umbrófila de las hayas.

Salida del hayedo de Peña Roya
Fruto del acebo, alimento para la fauna invernal

En los claros de bosque, donde los rayos sí son capaces de entibiar el suelo, crecen los tejos y los acebos, plantas dotadas de una importante fuerza simbólica.

Monte de la Mata y piedemonte moncaíno

Y también importan porque están, aunque sean los grandes olvidados, los líquenes, en especial el folioso Lobaria pulmonaria o pulmonaria de árbol, un indicador del excelente estado de conservación del hayedo, pues no tolera en absoluto la contaminación.

Dosel forestal de altísimo valor ecológico

Su forma recuerda vivamente a los alveolos pulmonares y fue indicada antaño para el tratamiento de enfermedades respiratorias, dado su alto contenido en ácido estíctico.

Santuario del Moncayo y nieves cimeras
Santuario del Moncayo, finales de 1950
Autor (probable): Daniel Arbonés Villacampa, DARVI
Fuente: tiriasona.blogspot.com

Más allá de sus aplicaciones, su presencia denota una amplia capacidad pulmonar del bosque, que respira, entre otros medios, a través de estas fascinantes estructuras que surgen de la asociación simbiótica de un alga y un hongo y que, no olvidemos, son auténticas pioneras en la formación de nuevos suelos.

El inconfundible Cabezo de la Mata
Masa forestal del Moncayo el 15 de mayo de 1957 (punto verde: Santuario del Moncayo)
Fuente: Fuente: Fototeca Digital, vuelo americano serie B

Todo ello, y bastante más, da de sí el escueto recorrido por el hayedo de Peña Roya. Pero no nos contentamos y decidimos subir hasta el Santuario de la Virgen del Moncayo, auténtico hormiguero de gente en estas fechas.

Altísimas coníferas
Hayedo crepuscular

Más allá de acoger una romería rogativa cuyo origen data de 1515, la del Quililay, muestra un abultado frontal rocoso donde colisionan materiales cámbricos y triásicos con más de 250 millones de años de diferencia entre ellos.

Es de una belleza incomparable que la erosión haya podido unir rocas separadas por ese inabarcable lapso temporal a escala humana.

A esta altura se perciben claramente las huellas del pasado glaciar del Moncayo. Fueron tres los grandes aparatos glaciares que moldearon la anatomía del gigante.

Más abajo, en el hayedo, hemos podido observar el corte producido por un río de piedras que frustra la continuidad de la masa forestal. Son depósitos cuaternarios que nos hablan de periodos fríos.

A la bajada por un pinar de repoblación nos toparemos con los restos de una ermita advocada a Santa Lucía de datación indeterminada y con la nevera del Prado de Santa Lucía.

Esta dispone de conformación típicamente moncaína: ausencia de cubierta y gran foso para almacenar y compactar grandes cantidades de hielo.

Hayas de monumental porte en la fuente del Sacristán

Una muesca más en el importantísimo patrimonio nevero del Moncayo, que sobresale especialmente en el monte de la Tonda de Talamantes, antaño abastecedor de hielo de primer orden.

Sin premura, transitamos por la línea divisoria que marcan el bosque prieto de pino repoblado y la selva ancestral de hayas, que se vigoriza enormemente en torno a la fuente del Sacristán, inicio y fin de nuestra ruta.

Bajo la frescura macilenta de su sombra, se elevan algunos de los ejemplares más añosos de esta montaña.

Y sus nobilísimos portes son toda una declaración de sabiduría, adaptación y fortaleza. Estamos aquí mucho antes de que tú llegaras, parecen querernos decir.

Vecino hayedo de la fuente de la Teja

En este mundo nuestro de grandes gestas deportivas, heroicidades varias y desniveles imposibles, este recorrido es un auténtico manjar para el que gusta de pasear, contemplar y fundirse con recogimiento en la montaña mágica y fascinante del Moncayo.

Ruta completada:

Santuario del Moncayo desde la fuente del Sacristán por el hayedo de Peña Roya

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