El río Cidacos, soriano de las Tierras Altas de nacimiento y niñez, se hace adulto en La Rioja al cruzar la frontera en Ruedas de Enciso, una pedanía de Enciso sepultada bajo las aguas de la más que controvertida presa de Enciso.

Este río es el eje vertebrador de La Rioja Baja, cuyo municipio demográficamente más relevante es Calahorra.

Y es Arnedillo, precisamente el fin de las angosturas para el Cidacos, un pueblo de profundo poso histórico, a través del cual conoceremos las huellas de un poblamiento disperso medieval que ha dejado por el camino una serie de ermitas, siendo una de ellas tremendamente singular.

Partimos de la antigua estación de ferrocarril de vía estrecha que unió Arnedillo y Calahorra, ahora reconvertida en piscinas municipales y escuela.

En la propia vega, se abren tres grandes piletas de agua mineromedicinal, que brota del interior de la tierra a 52 °C. Son unos humildes y concurridos baños públicos, allí conocidos como «pozas», apreciados desde época romana, que contrastan con el gran complejo termal que se levanta en la margen derecha del Cidacos.

La escasa pero feraz vega de Arnedillo sigue siendo aprovechada intensamente para recolectar las populares frutas y verduras de la región. Quizá su extensión reducida haya sido decisiva para conservarla en un estado excelente. Una red de sencillos canales detrae el agua transparente del Cidacos para alimentar su crecimiento.

Recorriendo las terrazas fluviales pavimentadas del río atravesamos la gran arcada del puente renacentista de Santiago del siglo XVI, que cierra con gran holgura el tajo que abre el Cidacos entre la actual carretera y el camino antiguo de Préjano, antes de abrirse camino definitivamente hacia los horizontes despejados de las Santa Eulalias Somera y Bajera.

Justo encima del actual cementerio, que ocupa el espacio dejado por el antiguo recinto de la fortaleza, se levanta el torreón del castillo roquero, cuya primera piedra se colocaría en el lejano siglo X, y que controlaría necesariamente el paso de un camino del Camero, de enorme importancia estratégica, que unía las tierras altas sorianas en el Alto Cidacos y Arnedo.

Desde el Mirador del Buitre, junto a las tolvas del abandonado cargadero de la cantera del Puente de Santiago, se pueden observar con nitidez los vuelos poderosos del buitre leonado que anida en masa en las peñas calizas de Arnedillo; según algunas publicaciones, aquí se encuentra la mayor colonia de esta carroñera en toda La Rioja.

Abandonamos el antiguo trazado de esta vía estrecha, que vio pasar vagones alimentados a vapor, ligados a la extracción nacional de carbón después de la gran crisis energética española, propiciada por la caída importadora de esta materia desde Gran Bretaña.

Fue en julio de 1947 cuando se puso en servicio el tramo Arnedo-Arnedillo, culminando los anhelos de una línea cuya concesión se otorgó en 1920, recién estrenado el gobierno de Eduardo Dato.

Si 27 años fueron los que tardó el tren minero en llegar a Arnedillo, solo hicieron falta 19 para verlo sucumbir. En 1966 se dio por clausurado ante su escasa rentabilidad.

Si venimos del paraje de Cornaz, donde antaño se cultivaban viñedos, ahora vamos a incursionar por El Campillo, una armónica sucesión de terrazas cerealistas que han sido sembradas hasta hace bien poco.

De las cotas más bajas a las más elevadas, estos cerros están completamente aprovechados, llegando al límite máximo de expansión ecológica.

Y entre revueltas, nos topamos con la blanca estampa de la ermita de Santa María de Peñalba. Algo más que una ermita, por descontado.

Fue iglesia parroquial de la desaparecida población medieval de Penna Alva, así citada en los Votos de San Millán del siglo XII por escribas de San Millán de la Cogolla.

Su importancia radica en su longevidad. Se cree que el poblado de Peñalba fue refugio de cristianos mozárabes de la zona que se hicieron fuertes allí frente al avance islámico. Pese a que no se conservan estructuras de asentamiento, sí se han encontrado restos de una modesta necrópolis altomedieval.
Arquitectónicamente se emparenta con el estilo mozárabe de raíz hispanovisigótica, de probable construcción entre los siglos IX y X, pese a mostrar elementos claramente posteriores como el románico ábside semicircular, probablemente levantado en el siglo XII, que quizá pudo sustituir a una pretérita cabecera plana, típica de las corrientes prerrománicas.

De planta cuadrada, se articula en torno a un gran pilar central del que brotan cuatro arcos de medio punto, cuya imagen se asemeja a la de una palmera que sostiene toda la estructura. También cuenta en su interior con un arco triunfal de herradura de probable filiación visigótica.

No pudimos acceder por estar cerrada a cal y canto, pero en este enlace se pueden ver un par de fotografías de su interior. Pero si singular es su arquitectura, no le va a la zaga el frontal de altar que se encontró en 1941 por debajo de una pintura de inferior calidad del XVIII.

Este frontal pintado al temple entre los siglos XII y XIII es la única obra sobre tabla del románico riojano hoy conservada. En 1945, el Obispado de Calahorra la vendió por 15 000 pesetas a Emilio Bernaldo de Quirós, de Madrid. Actualmente pertenece a la Colección Várez Fisa de Madrid y se exhibe en el Museo del Prado.

Poco más abajo, en antiguos terrenos de labor, se conserva una nevera de carácter municipal para exclusivo aprovisionamiento de Arnedillo. Tiene una profundidad de 8 metros y un diámetro de 4 y su tipología constructiva es medieval. Este pozo de nieve se sitúa a 780 sobre el nivel del mar, en una vaguada bien orientada a las borrascas atlánticas procedentes de Los Cameros.

Más abajo, se halla la ermita de San Miguel, donde también ha salido a la luz una necrópolis altomedieval, que también respondería a un antiguo asentamiento de carácter agrario y que se vería absorbido por la expansión e influencia geográficas hacia oriente del núcleo principal de Arnedillo.

No podemos olvidar que, mientras descendemos entre olivares mediterráneos asentados sobre terrenos del Keuper, transitamos por el vial de una antigua calzada romana.

A la izquierda aparecen los restos de una antigua explotación yesera, muy cercana a la ermita de San Andrés y San Blas, que se levanta en un bello balcón que nos permite contemplar la morfología curva de Arnedillo, adaptándose a la leve herradura del Cidacos.

Se termina aquí un corto paseo por el entorno de Arnedillo, lugar de paso de la vía romana que unía Calagurris con Numantia, territorio previamente dominado por arevacos y pelendones, aguerridos pueblos celtas.

También zona de actividad sísmica moderada, tal y como atestigua claramente el termalismo de Arnedillo, cuyas aguas brotan a través de una falla jurásica discontinua. Esta surgencia se interrumpió durante tres meses con el terremoto de 1817. También, por supuesto, cuna de la escalada riojana, merced a sus desafiantes cortados calizos.

Arnedillo, además de lugar de paso inexcusable, fue, es y será el lugar donde se funden en un abrazo preciso la gigantesca depresión del Ebro y el viejo Sistema Ibérico más septentrional.
Ruta completada:
Ruta de las tres ermitas de Arnedillo
Más información en:
Aretxabala, Antonio (2014). Sismicidad en La Rioja, paraíso de la geología.
Ermita de san andres y san blas no de san anton
Qué despiste. Lo cambio enseguida. Gracias.