El extremo secano de Belchite pivota en torno a un río de muy delgado caudal y una obra bimilenaria que distribuye sus prebendas líquidas. El río es el Aguasvivas y la obra es la presa romana de Almonacid de la Cuba.

El contexto ecológico viene dado por unas estepas rigurosas, insertas en el valle medio del Ebro, y solo sazonadas por el anecdótico verdor que confieren unas mínimas corrientes de agua, todas ellas nacidas en el siempre parco Sistema Ibérico, cuyas fuentes y su desarrollo posterior se ven condicionadas por los territorios sedientos que atraviesan y su relativa cercanía con el gran Ebro.

El régimen pluviométrico es deficiente e irregular, algo que no ayuda a paliar el permanente estrés hídrico de estas tierras. Los suelos pobres, debilitados con el paso de los siglos, apenas recuerdan a épocas pretéritas en las que pudo haberse desarrollado algún tipo de ecosistema de maquia-coscojar.

El Aguasvivas alberga unos caudales modestos y límpidos en su tramo alto, aunque difícilmente aprovechables. En su tramo medio, hoy regulado por el embalse de Moneva, presenta fluctuaciones notables de caudal, propiciadas por unos estratos freáticos caprichosos que hacen de él un río huidizo y poco confiable.

Todos estos condicionantes conforman una comarca de vegas fértiles intensa y metódicamente irrigadas, cuyo aspecto de vergel contrasta con unos secanos pobres, donde el primario cereal se mezcla con la terna mediterránea de almendro, olivo y vid, y unos pastos limitados que corren mayoritariamente ganados ovinos de Rasa aragonesa, tan austeros como la propia tierra enjuta que les acoge.

Y no hay secano irredento cuya obsesión no sea parcelar unas tierras de las que extraer frutos más jugosos y cosechas menos prietas para sortear las estrecheces de un medio inconstante y severo.

Belchite era y es el lugar más propicio para poner en cultivo, pues el valle del Aguasvivas se abre irremediablemente después de franquear las últimas calizas jurásicas de la montaña Ibérica.

Pero había un problema estructural que el Imperio romano resolvió magistralmente, a tenor de las circunstancias actuales: el Aguasvivas profundiza en el terreno blando de arcillas tras superar la última cerrada del Tercón y, por tanto, su cauce se sitúa a una cota inferior con respecto al terreno agrícolamente aprovechable.

La ambiciosa solución fue tapiar una de las últimas embocaduras del río para evitar la dispersión de sus caudales y construir una acequia en altura que trasvasara el agua convenida a la superficie regable.

Este ingenio sobresaliente, que es la presa romana de Almonacid de la Cuba, es plenamente funcional en la actualidad, aunque no como pantano sino como azud de derivación, lo cual trasluce la vigencia de unos riegos y unas estructuras asociadas que perduran miles de años después.

Casi con toda probabilidad, la de La Cuba fue de las primeras presas en construirse en territorio peninsular para retener las aguas de un cauce fluvial y destinarlas en exclusiva a regadío y no para abastecimiento humano, esta última una de las prioridades más absolutas de la civilización romana, la de proporcionar agua de calidad a su población.

El levantamiento de la presa debió producirse en los años que intermedian el cambio de era entre los mandatos de César Augusto y Tiberio, aproximadamente entre el 27 a. C y el 20 d. C., coetánea a la fundación de Cesaraugusta, la Zaragoza actual.

Los límites de sus anhelos constructivos alcanzaron los 34 metros de altura y los 100 de longitud, lo que la situó como la más elevada no solo de la Hispania romana, sino del mundo romano conocido.

Su estructura de hormigón romano revestida con sillares ciclópeos extraídos de las canteras calizas de la cercana Fuendetodos sujetó una capacidad de embalsado de hasta 6 hm3.

Por cotejar su extensión con obras contemporáneas en uso, este volumen total fue análogo al actual del embalse de las Torcas y superior al de Mezalocha, ambos en el cauce del río Huerva, hermano gemelo del Aguasvivas.
En los sucesivos gobiernos de los dos emperadores de origen hispano Trajano y Adriano se acometieron algunas reparaciones menores en su estructura, esencialmente en el aliviadero, y una transformación radical en el primer cuarto del siglo II de nuestra era, con la adición de muros y faldones escalonados aguas arriba y abajo de la presa.

La regulación de caudales de la presa se abandona presumiblemente durante el Bajo Imperio romano hasta que las sociedades campesinas islámicas la retoman en algún momento del siglo VIII. El cronista y geógrafo andalusí Al-Udri la nomina en el siglo XI como Sudd Bani Jattab o la presa de los Banu Jattab, construida en época de «los antiguos» —en referencia a los romanos—, que se encuentra bajo el hisn al-Munastir o fortaleza de Almonacid.

La denominación actual de [Almonacid de] La Cuba procede del étimo árabe al-Qubbah, que viene a representar un «partidor de aguas», aunque en el siglo XIX se la conocía popularmente como Almonacid de las Horcas, en alusión al insólito oficio de horquero, del cual vivían cuatro o cinco familias artesanas del pueblo que se valían del gran número de allonderos (Celtis australis) que crecían (y crecen) en el término.

Estas artesanías en madera de almez que, además de horcas también incluían varas de pastor, mangos de azada y palos de arado, eran muy apreciadas por su resistencia en los mercados de la comarca, de las capitales de Zaragoza y Huesca e incluso de regiones más alejadas como Guadalajara.

Los árabes recuperaron el Ojo de la Cuba, cegado en siglos anteriores, y el sistema de regulación romano de caudales. Tras largos siglos de abandono, se le atribuye en época andalusí una capacidad de almacenamiento muy mermada, no mayor a los 2 hm3, por los constantes acarreos de sedimentos. La funcionalidad como presa debió extinguirse en el período de repoblación cristiana, más allá del siglo XII.

El río Aguasvivas, abandonado Almonacid, vuelve a angostarse en el conocido como Pozo de los Chorros. En esta última y singular cerrada, se proyectó la presa de Malpasillo en el desfiladero del mismo nombre, construida en los últimos compases de la Edad Media y de muy corta funcionalidad.

Apenas quedan los apoyos de los estribos izquierdo y, sobre todo, derecho. La violencia de alguna de las riadas del Aguasvivas se llevó por delante su cuerpo escasamente cimentado y reforzado. El Pozo de los Chorros, esculpido por el río que los pobladores islámicos conocieron como el Albaiat —«el río de los pozos»—, se inserta en el paraje del Tercón, probable herencia de una alquería andalusí, topónimo que deriva del árabe tarqun, de carácter despectivo, que alude al afán «recaudador de impuestos» de los feudales cristianos para con los pobladores mudéjares.

Bajo esa geología casi impropia de una comarca como esta tenía en propiedad un pedazo de tierra Miguel Labordeta, padre de un tal José Antonio Labordeta, el cual pateó, sudó y arañó en su etapa juvenil cada gramo de tierra de este rincón belchitano.

Y he aquí que convergen rocas jurásicas, en un anticlinal mellado por un río humilde, anticipo de un Sistema Ibérico desgajado pero ya palpable y series miocenas rojas que son el resultado de la evaporación de lagos poco profundos. Unos 180 millones de años separan ambos estratos, pero hoy se funden ante nosotros.

La estepa y la montaña se abrazan aquí y cada una impone sus reglas a norte y sur de la Cuenca del Ebro. Un nudo ceñido y sólido que abrocha una transición cristalina entre dos mundos, que los árabes supieron sublimar, como herederos de un magnífico sistema de regadío romano, para un uso agrario intensivo.

Transformaron la vetusta infraestructura hidráulica romana en un sistema de regadío perfectamente calibrado, que aún hoy sigue siendo una brillante consecuencia de ese empeño comunitario con más de dos milenios de vigencia.
Ruta completada:
Presa romana de Almonacid de la Cuba desde Belchite
Fuentes consultadas:
Arenillas, Miguel; Hereza, J. Iñigo; Jaime, Fernando; Díaz-Guerra, Carmen; Cortés, Rafael. (1995). La presa romana de Almonacid de la Cuba y otros aprovechamientos antiguos en el río Aguasvivas. Madrid: Revista de Obras Públicas, n.º 3345.
Sesma Muñoz, José Ángel; Laliena, Carlos; Utrilla, Juan Fernando (1995). Regadíos andalusíes en el valle medio del Ebro: el ejemplo del río Aguasvivas. Actas del 2º coloquio de historia y medio físico, Almería, 9 y 10 de junio de 1995. Almería, Instituto de Estudios Almerienses: 67-84.